MISA de PUESTA EN POSESIÓN DEL PADRE ATILIO ROSATTE COMO CURA PÁRROCO DE SANTIAGO APÓSTOL DE BARADERO

El día sábado 26 de septiembre, en la celebración eucarística de las 19, el Sr. Obispo Mons. Oscar D. Sarlinga puso en posesión de su ministerio de cura párroco de la parroquia de Santiago el Apóstol (de la ciudad de Baradero) al Pbro. Atilio Rosatte, hasta ahora cura párroco de la Natividad del Señor, de Belén de Escobar.


IGLESIA DE SANTIAGO EL APÓSTOL de BARADERO

Concelebraron la Eucaristía Mons. Edgardo Galuppo, vicario general, Mons. Santiago Herrera, pro-vicario general y Rector del Seminario, el Pbro. Gastón Dedyn (perteneciente a la diócesis de San Rafael), quien fuera hasta el día 21 de septiembre cura párroco, Mons. Roberto Amondaráin (administrador parroquial de Ntra. Sra. de Luján, de Baradero), Mons. Ariel Pérez, y los Pbros. Hugo Lovatto (cura párroco de la iglesia catedral de Santa Florentina), Pablo Iriarte, Mauricio Aracena, Nicolás Guidi y Jorge Munier. La celebración estuvo asistida por el Rev. Diácono Fernando Fusari, residente en el Seminario Diocesano.

El Obispo agradeció sentidamente al Padre Gastón Dedyn, de la diócesis de San Rafael, su ministerio en la diócesis de Zárate-Campana desde noviembre de 2005 hasta el 21 de septiembre del corriente, en razón del traslado pastoral temporario desde la diócesis de San Rafael (cf canon 271). Destacó el Obispo el testimonio sacerdotal del citado sacerdote y su dedicación, augurándole todo lo mejor en su vida sacerdotal y apostolado en su diócesis originaria y de incardinación. Ya había estado el Sr. Obispo, junto con varios sacerdotes del Consejo presbiteral, para las fiestas pastorales trasladadas de la parroquia de Santiago Apóstol, el 23 de agosto ppdo., oportunidad en que se anunció la despedida del Padre Gastón y se expresó cuánto esta diócesis reconoce todo su fructuoso ministerio sacerdotal.

A partir del 26 de septiembre Mons. Roberto Amondaráin (hasta ahora capellán externo) asume como administrador parroquial la parroquia de Nuestra Señora de Luján, donde residirá, y el Diác. Fernando Fusari es adscripto a la parroquia de Santiago Apóstol, donde realizará su pastoral de fin de semana, hasta su ordenación sacerdotal, que tendrá lugar en el mes de diciembre.

Para colaborar más profundamente en ambas parroquias de la ciudad de Baradero (Ntra. Sra. de Luján y Santiago Apóstol) se prepara en fase final de su formación dos candidatos al diaconado permanente, cuya ordenación será anunciada en su oportunidad.

Participaron de la toma de posesión del cura párroco gran cantidad de fieles laicos, numerosas religiosas, sobre todo de las comunidades de Santiago de Baradero y Nuestra Señora de Luján, pero también provenientes de la Natividad del Señor de Escobar, de San Juan de la Cruz (de la misma ciudad) y de la ciudad de Zárate.

El Obispo destacó la presencia en la celebración de la mamá del Padre Rosatte y de la importancia del acompañamiento de la familia, pues la misma Iglesia «es familia de Dios», según dijo.

Al término de la misa, el Padre Rosatte tuvo unas sentidas palabras, de agradecimiento y de compromiso con la pastoreo parroquial, basadas sobre la pregunta de Jesús a Pedro: “¿me amas?” y sobre su pedido: “apacienta a mis corderos”, así como al lema que marcó su vida sacerdotal: “En tu nombre echaré las redes”, transmitiendo un mensaje de confianza, entusiasmo y alegría.

A continuación ofrecemos la homilía del Sr. Obispo.

MISA DE TOMA DE POSESIÓN DEL P. ATILIO ROSATTE
COMO CURA PÁRROCO
DE «SANTIAGO APÓSTOL», DE BARADERO

Queridos hermanos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas, hermanos, hermanas

(luego de saludar a las autoridades civiles y a los representantes de instituciones del partido de Baradero que se encontraban presentes, el Sr. Obispo tuvo la siguiente homilía)

I
RECOMENZAR DESDE EL ESPÍRITU,
«QUE NOS RECUERDA TODO LO QUE JESÚS DIJO E HIZO»

Recomenzar desde el Espíritu, recomenzar desde Cristo… Es un entero programa de vida para nosotros, los cristianos. A fines de tomar todavía mayor conciencia de la importancia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia, nos puede ayudar el reflexionar acerca del Evangelio de hoy partiendo de las palabras del mismo Jesús en el Evangelio de San Juan, en vísperas de su Ascensión: “Les conviene que yo me vaya, porque así vendrá a ustedes el Espíritu que viene de mi Padre” (Jn 16, 7).

En efecto, la «partida» de Jesucristo es comienzo de una gran Presencia: con la Ascensión de Jesús a los cielos, la Iglesia fue compensada con creces en la venida del Espíritu Santo, el Espíritu de Consuelo, Aquél que nos defiende, sin cuya acción no habríamos podido conocer en profundidad a Jesucristo y su Palabra no podría resonar con fuerza hoy día en nuestros oídos interiores: “Pero el abogado, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que ustedes recuerden cuanto yo les he enseñado y se lo explicará todo” (Jn 14, 26). Por el Espíritu, el Evangelio no sólo resuena en nuestro interior, sino que nuestro sentido espiritual lo recibe en plenitud.

Hoy, en esta Misa, aquí, en Santiago del Baradero, pedimos también al Espíritu que recuerde en nuestro interior la Sabiduría de Cristo para comprender y asimilar la Escritura, que acabamos de proclamar.

En primer lugar, a partir del proclamado Salmo 18 (8.10.12-14), que reza: “Preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine: así quedaré libre e inocente del gran pecado”, pedimos hoy la fortaleza para no dejarnos ganar por ese «pecado-puerta», que es la arrogancia, proveniente ella de la soberbia. Fíjense que, si bien es cierto que al Amor se le contrapone el odio, este último tiene una «puerta ancha» por donde entrar, que es la soberbia, y la manifestación de esta última, la arrogancia, que puede colarse en nuestras vidas de distintas maneras. Recomenzar desde Cristo y desde el Espíritu nos dará la «santa inocencia» frente a este pecado, que es «puerta» por donde entran todos los demás. Recomenzando desde el Espíritu de Amor, seremos «siervos» del Señor, de verdad, y no «dominadores» sobre su heredad.

II
EL «ESCÁNDALO» VERSUS LA CORRESPONSABILIDAD Y LA RECOMPENSA

A su vez, el Evangelio de este Domingo (Mc 9,38-43.45.47-48) nos dice que incluso el menor gesto realizado a favor de alguien por el hecho de ser discípulo de Jesucristo, quedará grabado en el Corazón divino: “Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua, por ser ustedes de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa”, nos dice el Señor.

A continuación, en una especie de hipérbole como modo de expresión, tiene la intención de hacer tomar conciencia a sus oyentes de la gravedad que tiene el «escándalo» a los ojos de Dios, al punto que afirma Jesús: “El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”.

Es bueno que veamos el origen de esta palabra. La voz «escándalo» proviene de la palabra griega «skándalon», que denominaba, en primer lugar, el mecanismo o gatillo movible de una trampa, e incluso la trampa misma, como esas trampas en las que caen los animales en su andar o caminar. A partir de ese sentido originario, por extensión comenzó a aplicarse, en la misma lengua griega, a cualquier obstáculo situado en el camino y que es causa de tropiezo y caída para el caminante, como una «piedra de tropiezo y de caída subsiguiente». Es indudable que el Señor aplica el término «escándalo» en su sentido moral, pues quien escandaliza al prójimo con su acción o malos consejos u opiniones que inducen a la confusión, error o pecado a otra persona, la aparta, o colabora a apartarla, del camino del bien que conduce a la Vida, la Vida del Espíritu.

¿Cuántas veces hemos escuchado: «creo en Cristo pero no en la Iglesia»?. Sin querer juzgar de ningún modo las conciencias, lo cierto es que si algunos «pequeños» (en el sentido de aquellos que tienen una fe sólo incipiente, o débil, o no afirmada) se apartan de la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Pueblo de Dios, Familia de Dios, por desconfiar de ella debido a la conducta de alguno o algunos de sus miembros, de un modo u otro acaban apartándose de Dios mismo y de su Enviado, su Hijo Jesucristo, como bien lo muestra el Apóstol San Pablo en la carta a los Romanos (cf Rom 2,18-24).
De aquí viene la «responsabilidad» que los cristianos tenemos los unos por los otros , y en especial hacia los «pequeños». ¡Qué ilícito, qué injusto, sería el querer aplicarnos las palabras de Caín: “(…) ¿acaso soy yo guardián de mi hermano?» (Gén 4, 9)”, lo cual equivaldría a decir, ¿quién me hizo custodio, quién me hizo responsable, de mi hermano, quién me hizo «corresponsable» de la fe de los otros, en la Iglesia?. Pero como la Iglesia es «familia de Dios», «construcción de Dios», somos responsables los unos de los otros de la edificación de nuestros hermanos humanos, y tanto más los Pastores del Pueblo de Dios .

III
PRIMACÍA DEL AMOR EN EL SEGUIMIENTO DE CRISTO: ¡APACIENTA MIS CORDEROS!

Volvamos ahora a invocar al Espíritu para que nos enseñe el sentido de la Escritura para que lo realicemos hoy, en esta celebración, que Él nos explique todo (Cf Jn 14, 26). Y todo se explica en el mandamiento clave: en el precepto-clave, que Jesús afirma en el Evangelio de Juan (13:34,35): “Este es mi precepto, que ustedes se amen los unos a los otros como Yo los he amado.” Clave para preservarnos de la arrogancia… como reza el Salmo de hoy, y clave también de las exigencia inmediata de dicho Amor: el seguimiento.

El Señor nos dice a todos, en especial a los Pastores, y especialísimamente al Padre Atilio Rosatte, nuevo cura párroco de esta comunidad de Santiago del Baradero, como dijo a Pedro, «Tú sígueme» (Juan 21: 15-22). Tú sígueme, -nos exhorta-sígueme por Amor, sígueme sin poner la mano en el arado y mirar luego atrás, como arrepintiéndote, sígueme sin reservas, sígueme sin dejarte escandalizar, sígueme con confianza, aunque sea entre los oleajes de las aguas del lago…

Podemos hacer nuestro el pedido que el Señor hizo a Pedro, todos los fieles cristianos, en tanto miembros del Pueblo Sacerdotal y «corresponsables» de la fe, en la Iglesia, pero de modo especial y distinto para los Pastores del Pueblo de Dios; ese pedido que, en el Evangelio, Jesús formula en Jn 15:12: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? El le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo: Apacienta mis corderos”.

¿Podríamos dejar de reflexionar sobre ese pedido hoy, aquí, nosotros, quienes estamos en esta celebración?. ¿Somos capaces de seguir a Cristo, acatando lo que Él nos muestra hoy, a nosotros, para hacer dentro de Su Iglesia, observando, sin envidias, sin temores, más aún, con alegría y esperanza, las misiones o funciones que Él, el Cristo, como Cabeza de Su Iglesia, nos encomienda para realizar?. ¿Confiamos de verdad en que el Espíritu Santo santifica la iglesia, cuya Cabeza es Jesucristo?. Él nos ama a todos y a cada uno de nosotros nos tiene asignada una función que cumplir dentro de Su Cuerpo. Él es quien tiene, por ser Verdadero Dios y Verdadero Hombre, la Autoridad y el Señorío, dado así que toda autoridad en la Iglesia proviene de Él, en y desde su Espíritu que la anima, como su alma. Él nos confiere en su Iglesia un ministerio, una función, cada uno según su vocación y elección, como dice San Pablo, para el perfecto funcionamiento del cuerpo, para bien y edificación de todos, para aliento y crecimiento de toda Su iglesia, Cuerpo a la vez sufriente y glorioso de Cristo, muerto y resucitado. Éste es también un aspecto de nuestra Fe para la cual tenemos que pedir la gracia del aumento y la fortaleza.

Padre Atilio: el sucesor de los Apóstoles, los sacerdotes, y el pueblo católico aquí presente, te decimos:

¡Apacienta a los corderos!
¡Apacienta a los corderos!
¡Apacienta a los corderos, que no son «tuyos» de propiedad, son los de Cristo, y que hoy te son confiados, encomendados, para que los ames sin reservas!. En eso se verificará tu seguimiento al Señor: ¡Tú sígueme!; eso quiere decirte hoy el Espíritu, que habla a la Iglesia.

Padre Atilio: descubrí y hacé descubrir a todos la belleza de la parroquia como «casa y escuela de comunión» y como «comunidad de comunidades», en el sentido en que lo decía San Jerónimo: en el «ser Iglesia», que es «el nosotros» de la fe, según las palabras de este santo Doctor y especialista en la Sagrada Escritura.

La Virgen Madre, nuestra Madre, Madre de la Iglesia, Madre de los Apóstoles, te acompañe en esta misión, en su advocación de Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra patria y de nuestra diócesis, y de Nuestra Señora del Pilar, tan vinculada con Santiago el Mayor, el Apóstol, Patrono de estas tierras y de esta parroquia.

Así sea.

+Oscar Sarlinga
Sábado 26 de septiembre de 2009

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