La nueva evangelización se hará por los laicos o no se hará

● Entrevista a José Manuel Marhuenda, (consiliario de Acción Católica General) en el nº 2698 de la Revista Vida Nueva

Cura y acompañante de los laicos, aspira a que éstos alcancen plenamente la responsabilidad evangelizadora que su condición de bautizados les otorga. José Manuel Marhuenda Salazar llegó de Valencia a Madrid hace cuatro años. El reto era grande: ser consiliario de lo que ahora es la Acción Católica General (ACG) en uno de los momentos clave de su historia. Enamorado del proyecto, busca convencer a los dudosos con el entusiasmo del que sabe que afronta una misión apasionante.

Ya han pasado varios meses desde la Asamblea Constituyente de Cheste (30 julio-2 agosto de 2009), que originó la refundación de la ACG como un único movimiento con tres sectores (niños, jóvenes y adultos). Respecto a la trayectoria anterior, marcada por momentos de esplendor y otros de escasa relevancia, ¿qué han dejado atrás y qué han mantenido para seguir el camino?

Antes, la estructura era vertical y general. Ahora hemos apostado por la horizontalidad y la concreción, de ahí que busquemos fomentar la diocesaneidad y la parroquialidad.

En otro aspecto, con la unificación de niños, jóvenes y adultos en el mismo movimiento hemos buscado mayor comunión, coordinación y eficacia. Buscamos que ya no haya compartimentos estancos, sino continuidad. Con el otro sistema predominaba la iniciación al movimiento. Uno llegaba al de niños y debía iniciarse en él. Pero luego llegaba al de jóvenes y debía empezar de cero. Lo mismo que cuando llegaba al de adultos. Con el cambio, apostamos más por la militancia cristiana de por vida, iniciándose y creciendo uno dentro del mismo espacio.

¿Ha sido difícil el camino?

En esta peregrinación ha habido cansancio y sufrimiento, pero también ilusión y alegría. Las mayores dificultades han sido dejar atrás rutinas y aspectos que hasta ahora se hacían de otra manera. Lo que nos ha guiado ha sido el querer centrarnos en lo esencial. No queremos ser esclavos de instrumentos ni estructuras. Apostamos por la sencillez en la organización, por la agilidad. Y, por supuesto, también por la autonomía entre los sectores, manteniendo la unidad. Eso hay que cuidarlo…

Son un movimiento seglar “especialmente vinculado a la jerarquía eclesial”. ¿Cuál ha sido la influencia de la Conferencia Episcopal Española (CEE) a la hora de apostar por un nuevo rumbo?

La iniciativa ha partido de nuestra particular realidad. Queríamos trabajar más en comunidad y veíamos nuestra estructura desfasada. El trabajo se ha hecho en nuestras comisiones permanentes, grupos de trabajo y asambleas. Y una vez que el proyecto estaba consensuado dentro, se lo presentamos a la CEE para que aprobaran nuestros estatutos, lo que hizo el pasado abril.

Además, en todo este tiempo hemos mantenido contactos con numerosos obispos y la mayoría nos han dado su apoyo y se muestran ilusionados. Algunos lo han dicho: la refundación de la ACG es un hito histórico en la Iglesia en España. Nos va a ayudar a todos a fomentar la comunión, pues en todas las parroquias hay niños, jóvenes y adultos a los que podamos acompañar.

Fruto del enraizamiento en la parroquia, ¿cómo será ahora la función del sacerdote consiliario, siempre presente en sus grupos? ¿Varía su papel respecto a otras etapas?

Puede variar, pero en esencia no. El párroco, como pastor de la comunidad, es responsable de la liturgia, los sacramentos, la catequesis y la acción caritativa. Nosotros queremos acompañar y dinamizar este proceso. El reto es que párrocos y obispos descubran que nuestra acción no es un añadido, un ‘algo más’ diferente de la propia parroquia. En la ACG buscamos ser una escuela de formación y de santidad. Todos los cristianos debemos ser discípulos, apóstoles y santos. La Acción Católica ha dado muchos santos y mártires, como Lolo, Pere Tarrés, Pedro Poveda… Y muchas realidades eclesiales, como Cáritas, Manos Unidas, los Centros Católicos de Cultura Popular, los Cursillos de Cristiandad, el CEU… El objetivo es ayudar al laico a comprender su misión bautismal, para que la deguste, tome conciencia de la necesidad de organizarse y descubra su particular vocación; sea la que sea y se dé dentro de la ACG o no, pues no pretendemos incrementar nuestras filas. Queremos ser fermento en la masa, no sacar a nadie de la parroquia. Y, por lo mismo, tampoco nos encerramos en la parroquia. El equilibrio estaría en un triángulo que conjugue acción, formación y celebración. Cada parte es importante y repercute en la otra. Lo peligroso es dejarse llevar sólo por una, descuidando lo demás. La acción sin cabeza es mero activismo. Lo mismo sucede con el intelectualismo o el espiritualismo desencarnados, que no toquen el suelo de la realidad.

¿Cómo está siendo el asentamiento en las parroquias? ¿Han percibido algún incremento en la vitalidad de éstas?

Aún estamos en la primera etapa, la de dar a conocer el proyecto mediante visitas a las diócesis, no tanto a las parroquias. Y esto es importante porque hay muchos prejuicios y críticas sin conocerlo. Queremos que se conozca, para apasionar y enamorar a los que recelan del cambio.

También trabajamos hacia dentro, informando a los miembros de los tres sectores de la ACG, para que, además del proyecto, se conozcan más entre sí. Y mantenemos contactos con la Subcomisión de Catequesis de la CEE para incorporar los sacramentos de iniciación cristiana dentro de los procesos formativos del movimiento. Esto está en línea con el proyecto episcopal del Itinerario de Formación Cristiana para Adultos, con el fin de que los niños y jóvenes no vean los sacramentos como una meta y se desconecten de la vida cristiana al recibirlos. Al incorporar la tradición catequética dentro de nuestra tradición militante, damos un paso más allá de la simple iniciación y nos ofrecemos como escuela de formación real y continua.

¿Y los laicos? ¿Cuál es su grado de responsabilidad en la misión evangelizadora de la sociedad?

La segunda nota definitoria de la ACG es el protagonismo de los laicos. Necesitamos pasar de una Iglesia clerical a una eclesial, para que los laicos ocupen su lugar en la Iglesia. Desde el Concilio, sumado a toda la riqueza doctrinal anterior, se ha visto con claridad que el laico está llamado a la evangelización. Es bueno que a los niños les hablen de Dios otros niños, a los jóvenes otros jóvenes… Me creo las palabras proféticas de nuestros obispos, cuando al final del CLIM dicen que la nueva evangelización se hará, sobre todo, por los laicos o no se hará.

Deberíamos aprovechar el Año Sacerdotal para potenciar también el sacerdocio común junto con el ministerial, pues es el de todos los bautizados, no sólo el de los presbíteros.

¿Qué distingue a la ACG de otras realidades eclesiales emergentes que apuestan también por la promoción de los seglares?

Somos laicos, sin ningún carisma concreto, no tenemos un fundador. La ACG es el instrumento que la Iglesia se ha dado a sí misma. Y nuestro fin es su mismo fin: la evangelización, la formación y la santificación. Otros movimientos tienen carismas concretos, como el cuidado de los enfermos o la enseñanza. Pero todos debemos convivir en comunión y comunidad. A veces rivalizamos… aunque todos somos necesarios. Como decía san Pablo, la Iglesia la componen miembros que son ojos, brazos… Nosotros somos la sangre, lo que une todo. Queremos ser “el seminario de los laicos”, ayudándoles a despertar su propia vocación, la que sea, puesto que todas son necesarias. Buscamos ayudar a que la parroquia sea una comunidad de comunidades, rompiendo con el esquema de las capillitas, para que sea vea que la Iglesia es universal.

Hoy la secularización es cada vez mayor. ¿Qué pueden hacer los niños, jóvenes y adultos para ser fermento de fe? ¿A qué problemas se enfrentan?

La espiritualidad, la metodología, la formación y la organización ayudan a todos ellos a caminar juntos. Somos cuerpo, mente y alma, y nuestro proyecto integra estas tres dimensiones. Ayudamos a la persona a conocerse a sí misma, para que descubra sus talentos, su compromiso, su forma de vida. Tomando conciencia de lo que somos podremos ser competentes para dar testimonio del Reino.

Las personas tienen sed de Dios, y ahora más. Hay desorientación, se buscan felicidades efímeras… Hay que ayudar al otro a vertebrarse como persona y creyente, incorporando a quienes buscan al Señor, para que vivan en comunidad, pues ahora prevalecen el individualismo y la soledad. Hay muchas personas solas. Hemos de llegar a ellas y despertar al Dios que está en su corazón, dormido.

Texto: Miguel Ángel Malavia
Fotos: Luis Medina
Revista Vida Nueva Nº 2.698

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