HOY TOCA REDESCUBRIR A UN GRAN PAPA: SAN PIO X

San Pío X
San Pío X
(Desde El Cañamelar, José Ángel Crespo Flor).- La ampliación del arciprestazgo San Pío X que ya comienza a ser una realidad con el nombramiento de arcipreste en la persona de José Luis Barrera me lleva a rescatar la importancia y notoriedad de un papa que ha hecho historia en la Iglesia. Tanta que ahora mismo está en los altares. Por ello, para que lo tengan muy presente siempre, porque da nombre al arciprestazgo y porque particularmente estoy muy orgulloso de que el titular del arciprestazgo al que, como feligrés de la parroquia Nuestra Señora del Rosario pertenezco, sea precisamente este gran papa del que muchos sacerdotes podrían tener como ejemplo, vamos a rescatar lo que el actual Papa Benedicto XVI, con gran acierto teológico, dijo en el Ángelus anterior a su Fiesta Litúrgica que, como todo el mundo debe de saber, es el 21 de agosto.

Pero antes vamos a descubrir otro detalle no menos significativo y del que ya hemos hablado en este mismo blog. Antonio Díaz Tortajada, párroco de Santa María del Mar, una de las parroquias que se han unido a lo que ya era arciprestazgo San Pío X tras la última remodelación de la diócesis efectuada por el actual arzobispo monseñor Carlos Osoro, no dudó, en su ultimo viaje a Roma, en visitar y orar ante el altar de san Pio X. El mismo Antonio Diaz Tortajada lo explicó “estando en el Vaticano no podía perder la ocasión de acercarme hasta la capilla donde se encuentra la tumba de san Pío X y rezar. Creo que es algo completamente lógico y más cuando la parroquia que en estos momentos regento va a insertarse en el arciprestazgo cuyo titular es San Pío X. Arciprestazgo en el que yo ya me encontraba cuando era el párroco de Nuestra Señora de los Ángeles y arciprestazgo en el que voy a estar, ahora como párroco de Santa María del Mar. Pienso que todos los que vamos a estar en este arciprestazgo deberíamos de descubrir esta gran figura que la Iglesia nos ha regalado. Sería una forma muy edificante de hacer grande esta porción de la archidiócesis de Valencia bañada por el mar Mediterráneo”.

Y antes de pasar a la catequesis que el 18 de agosto ofreció el Santo Padre Benedicto XVI en su semanal Ángelus de todos los míércoles quisiera hacer públicamente un ruego: no estaría nada mal y sería todo un detalle que todas las parroquias que comprenden el arciprestazgo san Pío X se hicieran con una fotografía de dicho papa y la pusieran en un lugar visible. Así se honraría su figura, se daría a conocer entre los feligreses de estas parroquias y lo más importante: se estaría honrando a un santo de la Iglesia. Un Santo Universal.

EL TEXTO COMPLETO DE BENEDICTO XVI
Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quiero detenerme a hablar de la figura de mi predecesor san Pío X, de quien el próximo sábado se celebra la memoria litúrgica, subrayando algunos rasgos que pueden resultar útiles también para los pastores y los fieles de nuestra época.

Giuseppe Sarto (este era su nombre), nació en Riese (Treviso) en 1835 de familia campesina. Después de los estudios en el seminario de Padua fue ordenado sacerdote a los 23 años. Primero fue vicario parroquial en Tombolo, luego párroco en Salzano, después canónigo de la catedral de Treviso con el cargo de canciller episcopal y director espiritual del seminario diocesano. En esos años de rica y generosa experiencia pastoral, el futuro Romano Pontífice mostró el profundo amor a Cristo y a la Iglesia, la humildad, la sencillez y la gran caridad hacia los más necesitados, que fueron características de toda su vida. En 1884 fue nombrado obispo de Mantua y en 1893 patriarca de Venecia. El 4 de agosto de 1903 fue elegido Papa, ministerio que aceptó con titubeos, porque consideraba que no estaba a la altura de una tarea tan elevada.

El pontificado de san Pío X dejó una huella indeleble en la historia de la Iglesia y se caracterizó por un notable esfuerzo de reforma, sintetizada en el lema Instaurare omnia in Christo: «Renovarlo todo en Cristo». En efecto, sus intervenciones abarcaron los distintos ámbitos eclesiales. Desde los comienzos se dedicó a la reorganización de la Curia romana; después puso en marcha los trabajos de redacción del Código de derecho canónico, promulgado por su sucesor Benedicto XV. Promovió también la revisión de los estudios y del itinerario de formación de los futuros sacerdotes, fundando asimismo varios seminarios regionales, dotados de buenas bibliotecas y profesores preparados. Otro ámbito importante fue el de la formación doctrinal del pueblo de Dios. Ya en sus años de párroco él mismo había redactado un catecismo y durante el episcopado en Mantua había trabajado a fin de que se llegara a un catecismo único, si no universal, por lo menos italiano. Como auténtico pastor había comprendido que la situación de la época, entre otras cosas por el fenómeno de la emigración, hacía necesario un catecismo al que cada fiel pudiera referirse independientemente del lugar y de las circunstancias de la vida. Como Romano Pontífice preparó un texto de doctrina cristiana para la diócesis de Roma, que se difundió en toda Italia y en el mundo. Este catecismo, llamado «de Pío X», fue para muchos una guía segura a la hora de aprender las verdades de la fe, por su lenguaje sencillo, claro y preciso, y por la eficacia expositiva.

Dedicó notable atención a la reforma de la liturgia, en particular de la música sagrada, para llevar a los fieles a una vida de oración más profunda y a una participación más plena en los sacramentos. En el motu proprio Tra le sollecitudini, de 1903, primer año de su Pontificado, afirma que el verdadero espíritu cristiano tiene su primera e indispensable fuente en la participación activa en los sagrados misterios y en la oración pública y solemne de la Iglesia (cf. ASS 36 [1903] 531). Por eso recomendó acercarse a menudo a los sacramentos, favoreciendo la recepción diaria de la sagrada comunión, bien preparados, y anticipando oportunamente la primera comunión de los niños hacia los siete años de edad, «cuando el niño comienza a tener uso de razón» (cf. S. Congr. de Sacramentis, decreto Quam singulari: AAS 2 [1910] 582).

Fiel a la tarea de confirmar a los hermanos en la fe, san Pío X, ante algunas tendencias que se manifestaron en ámbito teológico al final del siglo XIX y a comienzos del siglo XX, intervino con decisión, condenando el «modernismo», para defender a los fieles de concepciones erróneas y promover una profundización científica de la Revelación en consonancia con la tradición de la Iglesia. El 7 de mayo de 1909, con la carta apostólica Vinea electa, fundó el Pontificio Instituto Bíblico. La guerra ensombreció los últimos meses de su vida. El llamamiento a los católicos del mundo, lanzado el 2 de agosto de 1914, para expresar «el profundo dolor» de la hora presente, fue el grito de sufrimiento del padre que ve a sus hijos enfrentarse unos contra otros. Murió poco después, el 20 de agosto, y su fama de santidad comenzó a difundirse enseguida entre el pueblo cristiano.

Queridos hermanos y hermanas, san Pío x nos enseña a todos que en la base de nuestra acción apostólica, en los distintos campos en los que actuamos, siempre debe haber una íntima unión personal con Cristo, que es preciso cultivar y acrecentar día tras día. Este es el núcleo de toda su enseñanza, de todo su compromiso pastoral. Sólo si estamos enamorados del Señor seremos capaces de llevar a los hombres a Dios y abrirles a su amor misericordioso, y de este modo abrir el mundo a la misericordia de Dios.