El Milagro de la Comunión del Arcangel Miguel en Garabandal

El Milagro de la Comunión del Arcangel Miguel en Garabandal

Las niñas (Videntes) habían pedido insistentemente a la Virgen que obrase un milagro a fin de que la gente creyera.

Finalmente, un día el angel le comunicó a Conchita que en cierta fecha que le indicaría la Virgen, cuando él le trajese la comunión—que hasta ese momento siempre había sido invisible a los ojos de cualquier observador—ese día, al momento de ella recibirla sobre su lengua, la hostia se haría visible, y que lo anunciara con 15 días de antelación.

En la madrugada del 18 de julio de 1962, Conchita cayó en éxtasis en su casa, salió fuera, dobló la esquina y cayó de rodillas en la calle contigua. Un buen número de personas se apretujaba a su alrededor para poder ver. Conchita sacó la lengua y la mantuvo fuera por espacio de unos breves minutos.
Dicen los testigos que ella no traía nada absolutamente dentro de la boca. De repente, una hostia blanca y resplandeciente se vio aparecer sobre su lengua. Uno de los testigos lo ha descrito así, despejando la menor sombra de duda: “. . . No dio la sensación de haber sido depositada, sino más bien de haberse materializado allí, a una velocidad mayor de la que el ojo humano puede captar.”

Este milagro fue captado por la cámara de un aficionado curioso, a pesar de que la única iluminación que había era la que proporcionaba una pequeña linterna.

Fue cerca de las doce, hora solar española. En España hay una hora adelantada = GMT + 01:00 horas, en invierno, y dos horas = GMT + 02:00 horas, en verano. Faltaban dos horas (y unos veinte minutos más por el meridiano de Garabandal) para la media noche solar.

Conchita NO podía, en el calendario litúrgico, comulgar el mismo 18 de Julio de 1962, porque era la fiesta del pueblo y «ya había comulgado por la mañana» en la iglesia del pueblo. Pero sí podía comulgar a partir de las doce, hora de reloj, porque ya era el día siguiente litúrgico. Sin embargo, por el día solar, era el 18 de Julio de 1962 todavía hasta las dos y veinte de la mañana.

Fue cerca de las dos de la mañana, faltaban unos minutos, para la media noche solar, cuando recibió la tercera llamada de la Santísima Virgen y San Miguel Arcángel se le apareció y la llevó al lugar indicado y después de Comulgar ya vino la Santísima Virgen.
El número de personas que subió a Garabandal ese día entre dos mil y tres mil.

LA FORMA

Otro punto que se debate con frecuencia es si la Forma era, o no, mas gruesa de lo normal.
La que vio Conchita era una Forma normal. Pero Conchita vio la Forma que traía el Ángel pero NO vio lo que pasó en su lengua. Dice Pepe Díaz que apareció de repente, en la lengua de Conchita, una Forma NORMAL, como las que da el Sacerdote, una preciosa Forma blanca, la que vio Conchita, pero inmediatamente que estuvo en su lengua se vio que estaba “viva” y creció en grosor y tamaño, y despendía un luz blanca como no se vio otro blanco igual. Tenía Vida y Luz propia. Dios estaba allí.

D. Alejandro Damians consiguió sacar, de noche, algunos fotogramas de los últimos instantes de la Comunión visible de Conchita. De uno de estos fotogramas es la fotografía de este posting.

El Sr. Obispo de Santander, D. Eugenio Beitia Aldazabal, se interesó por este film y escribió a D. Alejandro Damians solicitando una copia del mismo ya que “podía ser de gran interés y servicio para la Iglesia”.

Se puede ver, en la foto, que la Sagrada Forma tiene LUZ propia y un halo de luz alrededor. Según el testimonio de Pepe Díez, apareció de repente y como una Forma normal, pero viva, y fue creciendo en espesor y circunferencia, con vida propia en su interior.

Según el testimonio de Benjamín Gómez, la LUZ que desprendía la Forma era una LUZ muy agradable, como todo lo divino, y de un blanco muy brillante que sin embargo no cansaba nada la vista.

También dijo Benjamín que el blanco de la Sagrada Forma no se parecía a ningún otro de la tierra, es decir, que no puede verse toda su blancura ni su brillo en una foto por las limitaciones de esta.

Con este film quedó probado que lo que vieron los presentes no fue una alucinación de ellos sino que realmente lo que vieron que había en la boca de la niña era verdad.

EL TESTIMONIO DE MATILDE

Matilde estaba afuera, al pie de las escaleras de su casa. Conchita vino a este lugar y al llegar frente a Matilde, que estaba allí, cayó de rodillas.
¿Por qué sucedió frente a la casa de Matilde y justo delante de ella?. Muchas veces, las niñas, en éxtasis, vinieron a darle a besar el crucifijo a Matilde y decía que su casa era tan ruin que no quería que entrase la gente pero las niñas solas sí. Esto lo pedía con frecuencia: que una niña le viniese a dar el Crucifijo a besar. Con frecuencia, alguna de las niñas venía a solas a su casa, le daba a besar el Crucifijo y Matilde se ponía muy contenta de esta delicadeza de la Virgen para con ella.
La Santísima Virgen tuvo esta gran delicadeza con ella. Trajo a Conchita justo a los pies de ella para que viese el Milagro de la Comunión visible.
Matilde lo describe así:

El Milagro de la Forma sucedió delante de mi casa. Conchita vino con el Crucifijo; yo estaba en mi casa, oí el ruido de la gente y salí. Porque eso pasó justo delante de la entrada de mi casa. Conchita asomó por ahí, por esa esquina y yo estaba abajo, en la escalera de la casa, y, delante de mí, Conchita se cayó e hincó de rodillas.

Entre las manos juntas tenía un Crucifijo. Yo vi la Forma sobre la lengua. Era una Forma más gruesa que una Forma normal, más blanca, a mí me pareció más blanca, como brillante o muy blanca.

Tuve tiempo de verla bien; lo que pasó es que yo me emocioné y me subí para arriba a decírselo a mi marido. Subí, sin terminar de verse la Forma. Yo no hice nada más que verlo y subir a decírselo a él. Cuando bajé, ya se había marchado. Había mucha gente, cantidad de gente.

EL TESTIMONIO DE D. ALEJANDRO DAMIANS

En reiteradas ocasiones y a diversas personas he tenido que relatar la impresión que me causó el prodigio que tuve la oportunidad de presenciar en S. Sebastián de Garabandal del día 18 de julio de 1962.
Casi todo el día 18 lo pasé en el interior de la casa de Conchita con mi esposa, mi amigo y varios sacerdotes, así como otras personas desconocidas. Tuve ocasión de hablar con Fray Justo, sacerdote Franciscano con quien luego he sostenido
Dos circunstancias se daban cita en aquella ocasión para albergar dudas si se produciría o no el prodigio anunciado; una de ellas, el ambiente festivo que reinaba en el pueblo; otra la presencia de sacerdotes. En algunas ocasiones anteriores, las niñas no habían entrado en éxtasis; de otra parte, la presencia de sacerdotes había motivado anteriormente el que las niñas recibieran la comunión normalmente y nunca por mediación del Angel.
El ambiente era de duda puesto que, en contra de tales hechos comprobados, se decía entre los visitantes que Conchita había avisado personalmente a algunos sacerdotes para que fueran el día 18, así como que a las preguntas que le fueron formulando aquel mismo día en tal sentido, había manifestado que ni la fiesta, ni la presencia de aquellos serían obstaculo para la realización del prodigio.
Sobre las tres de la tarde, Conchita anunció que se iba a almorzar, lo cual nos dio el convencimiento de que si lo que debía producirse era la comunión, tendríamos aún que esperar un mínimo de tres horas para que tuviera efecto. Así, entre dudas, esperanza, tedio e ilusión fue transcurriendo el día.
Rebasadas las 12 horas de la noche sin manifestación alguna que hiciera presagiar nada extraordinario, cundió el desaliento y la incredulidad.
Cerca de la una de la madrugada del día 19, cuando algunos habían emprendido el regreso a sus puntos de origen, como un reguero de pólvora se extendió la noticia de que, según la hora solar y la situación geográfica del pueblecito, el día 18 no terminaría hasta las 1,25 de la madrugada. Por aquel entonces, los que estábamos en el interior de la casa, sabíamos ya una cosa cierta: Conchita había recibido la primera llamada.
Poco después nos mandaron desalojar la casa y quedé en el portal en compañia de un amigo de la familia de Conchita, para evitar la entrada de cualquier persona. Desde mi emplazamiento dominaba la cocina y la escalera que conduce al piso superior de la casa. Allí se hallaba Conchita, creo que con una prima y un tío suyo, cuando entró en éxtasis.
Mi primera noticia fue verla bajar por la escalera, muy aprisa, con aquella actitud clásica en que sus facciones se dulcifican y embellecen. Al cruzar el portal, la gente que aguardaba ante la casa abrió paso el tiempo justo para dejarla pasar y a partir de este momento la multitud se arremolinó a su alrededor como un río desbordado que arrasa cuanto encuentra a su paso. Vi caer a muchas personas, que eran pisadas por el gentío desbordado, sin que yo sepa de nadie que resultara lesionado, aún cuando el aspecto de aquella masa a la carrera, empujándose unos a otros, no podía ser más aterrador.
Poco antes de medianoche, las nubes que oscurecían el cielo, se habían disipado y el manto azulado se había iluminado de estrellas que brillaban alrededor de la luna. A su luz y a la de infinidad de linternas de mano que alumbraban la calleja, pude distinguir perfectamente que Conchita tenía la boca abierta y la lengua fuera, en la clásica actitud de comulgar. Estaba más bonita que nunca. Su expresión, su gesto, lejos de provocar risa o presentar un aspecto vulgar e incluso ridículo, era de un misticismo impresionante y conmovedor.
De pronto, sin saber cómo, sin darme cuenta, sin que Conchita hubiese cambiado lo más mínimo la posición, la Sagrada Forma apareció en su lengua. Fue totalmente inesperado. No dio la impresión de estar depositada allí, sino que más bien podría decirse, que brotó a velocidad superior al de la percepción de la mirada humana.

Es imposible describir la impresión que sentí en aquel momento y que siento hoy al recordarlo. Sorpresa, asombro, confusión son sentimientos demasiado encontrados para definirlos en una sola expresión. Con éstas o parecidas frases he relatado una y otra vez cómo aconteció y jamás he podido evitar, al llegar a este punto, sentir aquella impresión maravillosa que encoge el corazón dentro del pecho, llenándolo de ternura y humedece los ojos en un deseo incontenible de llorar… Lágrimas de alegría, de satisfacción, de felicidad, de amor…, de lo que sea, pero lágrimas al fin.

Más tarde tuve conocimiento de que Conchita permaneció unos dos minutos reteniendo inmovil, sobre la lengua la Hostia hasta tragarla normalmente y besar el Crucifijo que llevaba en su mano. Según he podido saber unos meses más tarde, tan larga espera fue debida a que el Angel dijo a Conchita que la mantuviese a la vista hasta que la Virgen se le apareciera.

En aquellos momentos no me di cuenta del tiempo transcurrido; recuerdo, como en un sueño, las voces que reclamaban a gritos que me agachase, así como haber recibido un fuerte golpe sobre mi cabeza.

Colgada de mi brazo llevaba mi máquina de filmar; sin hacer caso de las protestas que surgían a mi alrededor, sin recordar casi las instrucciones recibidas de mi primo, saqué el tomavistas de su estuche, apreté el disparador y filmé los últimos instantes de la comunión de Conchita. Jamás había utilizado ningún aparato similar, ni siquiera había filmado, y sólo tenía la seguridad de haber acertado en el enfoque de la figura, aunque por mi total carencia de técnica, menos aún de conocimientos adecuados, puse en duda el satisfactorio resultado de la película; incidían en ello, todavía otros factores como la adecuada clase de película, intensidad de luz, allí casi inexistente, etc…
Conchita se levantó aún en éxtasis, desapareciendo de mi vista seguida por todas las personas presentes en Garabandal. Más tarde supe que aquél duró alrededor de una hora.

Lo único que sí puedo afirmar, sin ningún reparo ni duda, es que el día 18 de julio de 1962, para mí, en Garabandal ocurrieron dos milagros: el primero fue la comunión de Conchita, que revistió caracteres sobrenaturales de inapreciables proporciones; el segundo, siendo de menor alcance colectivo, pero no menos transcendente para mí, la prueba de la infinita condescendencia de la Virgen, porque sólo a Ella puedo deber la dicha de haber presenciado el prodigio.
Firmado: Alejandro Damians. Barcelona, Enero de 1963.

EL TESTIMONIO DE BENJAMIN GÓMEZ

Benjamin Gómez, vecino de Pesués, Cantabria, pueblo cercano a Garabandal, fue testigo de numerosos éxtasis de las niñas. Durante las Apariciones de la Santísima Virgen María dió un cambio muy grande a su vida, ya que habia vivido apartado de la Iglesia durante muchos años. Durante las Apariciones se convirtió y recuperó la paz y la felicidad de vivir en Gracia de Dios.
Como testigo que fué de la Comunión visible de Conchita nos dice en una entrevista grabada en cinta magnetofónica en Burgos.
Pregunta: ¿Vio Usted bien a la niña?
BG (Benjamín Gómez): Perfectamente. Estaba muy cerca de mí.
P: ¿Estaría a un metro de distancia?
BG: No, qué va. Mucho menos. A un palmo escaso.
P: ¿Vió Usted cómo sacaba la lengua?
BG: Sí, vi cómo llegó, cómo se arrodilló con las manos extendidas hacía abajo. Ví cómo sacó la lengua. Y aquí quiero decir una cosa. La lengua la sacó limpia, vacía. Yo me sorprendí y miré. Pude mirar muy bien, porque como les digo estaba muy cerca, a menos de un palmo. Miré su boca, tranquilamente, todo iba bien sin prisas. Miré arriba y nada. Miré abajo y nada. En esto una prima mía que estaba detrás de mí me tocó en el hombro para que me retirase y le dejase ver. Yo giré un momento la cabeza, lo que se dice un momento y cuando volví la cabeza, ya tenía la Forma en la lengua.
P: Y ¿cómo era la Forma?
BG: ¡Ah! eso … es muy difícil de decir. Era Blanca. Pero de un blanco que no es de este mundo. A veces he querido buscar una comparación y no encuentro más que una cosa que se le parece pero de lejos. Es como cuando la nieve. Ha nevado y sale el sol y refleja en la nieve. Pero que entonces hace daño a la vista y este blanco no lastimaba la vista.
P: ¿De qué tamaño era?
BG: Aquí quiero decir una cosa: Por poner una comparación era como dos monedas de veinticinco pesetas una sobre otra. (Entonces la moneda de veinticinco era de un tamaño grande, como la de dos euros de ahora).
P: ¿Cree Usted que la niña la pudo poner con la mano?
BG: De ninguna manera. Lo hubiéramos visto. La niña no se movió.
P: ¿Cree Usted que la tenía oculta en la boca y habilmente la cambió sobre la lengua?.
BG: No pudo hacer eso. Yo miré bien dentro de su boca y allí no había nada de nada.

EL TESTIMONIO DE PEPE DÍAZ

Otro de los testigos de este hecho fue el albañil de Garabandal llamado José Díaz Cantero, familiarmente Pepe Díaz.
Pepe Díaz firmó un declaración que dice:

El día 18 de julio de 1962 estaba en casa de Aniceta González, madre de Conchita. Ha llegado el instante en que la niña cayo en éxtasis; la he seguido protegiéndola y seguidamente iba la niña por la calle; ha parado cayendo de rodillas, he observado la sorpresa siguiente que me ha causado: en unos momentos advertí que la niña rezaba mentalmente y sacaba su lengua limpia, acto seguido apareció sobre ella un cerco precioso pero dificil de explicar, pero sí advierto que dicho cerco es una Forma completamente clara, después fué aumentando en espesor y en circunferencia; no puedo explicar más datos por lo dificil, por lo importante e impresionante que fué este caso para mí; yo calculo que todo esto que he visto ha durado unos tres minutos aproximadamente. Estoy completamente convencido del Milagro.

Firmo mi declaración en S. Sebastian de Garabandal a 19-7-1964. José Díaz Cantero

Al llegar la Virgen, después de haber recibido la niña la Comunión, le dijo:

“Todavía no creen todos”.
Escribe Conchita:

Este milagro que Dios Nuestro Señor hizo por intercesión del Angel San Miguel, algunos lo vieron completo, otros sólo vieron la Forma en la lengua, en ese momento creyeron firmemente, tanto los que lo habían visto, así como los que sin verlo creyeron por los informes de los que lo vieron.