Domingo de Ramos

Domingo de Ramos el significado de este día que da comienzo a la Semana Santa

¿RECONOCEMOS EN JESÚS A QUIEN NOS SALVA DE NUESTROS MIEDOS?

Con el domingo de Ramos se inicia la Semana Santa que culminará en el domingo de Resurrección: ¡Jesús vive!, y su vida es el triunfo sobre el pecado y la muerte.

Cuando entra Jesús en Jerusalén solemnemente, en la gente se pueden apreciar varias actitudes: están sus discípulos y amigos que, aunque tienen miedo e inseguridades, le preparan el camino por donde va a pasar, le vitorean, le alaban y le reconocen como “el que viene en el nombre del Señor”.

Están los indiferentes y curiosos que se preguntan: ¿Quién es éste?, ¿qué pasa?… pero que no se dejan arrastrar, no se inquietan, no se cuestionan.

Están los enemigos, entre ellos las autoridades religiosas, que son abiertamente hostiles a Jesús, que le rechazan y quieren deshacerse de Él.

Dos mil años después de este acontecimiento en nuestro tiempo se siguen dando las mismas actitudes hacia Jesús.

Están los hostiles que pretenden hacer desaparecer a Dios del mundo, de la historia, del corazón y de la mente de los seres humanos, están los indiferentes que a veces observan con curiosidad lo religioso, pero prefieren ir a lo suyo, no inquietarse ni dejarse cuestionar.

Están los fieles que, a pesar de los miedos y las inseguridades, reconocen a Jesús como el Salvador y le siguen con el deseo de ser cada día un poco mejor.

Guión Domingo de Ramos en la Pasión del Señor – Semana Santa – Ciclo A

JESÚS SE IDENTIFICA CON LOS QUE SUFREN

     Jesús llamaba a todos a buscar el reino de Dios y su justicia y solo se preocupaba de aliviar el sufrimiento de los enfermos y desnutridos de Galilea.

En el rostro desfigurado del Crucificado se nos revela un Dios sorprendente, identificado para siempre con todas las víctimas inocentes de la historia, que rompe nuestras imágenes convencionales de Dios y pone en cuestión toda práctica religiosa que pretenda dar culto a Dios olvidando el drama de un mundo donde se sigue crucificando a los más débiles e indefensos.

      Los seguidores de Jesús no podemos adorar al Crucificado y vivir de espaldas al sufrimiento de tantos seres humanos destruidos por el hambre, las guerras o la miseria.

      Dios nos sigue interpelando desde los crucificados de nuestros días. Nos hemos de rebelar contra esa cultura del olvido, que nos permite aislarnos de los crucificados desplazando el sufrimiento injusto que hay en el mundo hacia una «lejanía» donde desaparece todo clamor, gemido o llanto.

       Cuando los cristianos levantamos nuestros ojos hasta el rostro del Crucificado, contemplamos el amor insondable de Dios, entregado hasta la muerte por nuestra salvación. Si lo miramos más detenidamente, pronto descubrimos en ese rostro el de tantos otros crucificados que, lejos o cerca de nosotros, están reclamando nuestro amor solidario y compasivo. 

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA DEL DOMINGO DE RAMOS / A

1ª LECTURA
Lectura del libro de Isaías 50,4-7 

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. 

El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. 

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios.


COMENTARIO A LA 1ª LECTURA   

En este canto del Siervo de Yahvé se plantea el tema del ministerio por la palabra, el de la escucha atenta al designio de Dios, la resistencia ante los sufrimientos y agresiones que acarrea la misión y la confianza absoluta del Siervo en la protección y auxilio que siempre tendrá de Dios.   

Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 

  • Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza:           «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;                                                               que lo libre, si tanto lo quiere». R:
  • Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R:
  • Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica.                                   pero tú, Señor, no te quedes lejos;                                                      fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R:
  • Contaré tu fama a mis hermanos,                                                          en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo;                                                                            linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel. R:

2ª LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2,6-11 

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. 

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.  

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

      El apóstol Pablo presenta a Cristo despojado de su condición divina que pasó por esta vida haciéndose uno de nosotros y rebajándose hasta aceptar la muerte en la cruz. Por esto proclamamos que Jesús es el Señor.             

EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 26,14-27,66 

Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó: 
– ¿Eres tú el rey de los judíos? 
Jesús respondió: 
– Tú lo dices. 
Y mientras le acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó: 
– ¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti? 
Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato: 
– ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías? 
Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: 
– No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él. 
Pero los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. 
El gobernador preguntó: 
– ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? 
Ellos dijeron: 
– A Barrabás. 
Pilato les preguntó: 
– ¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías? 
Contestaron todos: 
– Que lo crucifiquen. 
Pilato insistió: 
– Pues, ¿qué mal ha hecho? 
Pero ellos gritaban más fuerte: 
– ¡Que lo crucifiquen! 
Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo, diciendo: 
– Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros! 
Y el pueblo entero contestó: 
– ¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! 
Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. 
Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía; lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: 
– ¡Salve, rey de los judíos! 

Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. 

Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. 
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo.

Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos».

Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza: 
– Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. 

Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo: 
– A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el Rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios? 

Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. 
Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó: 
– Elí, Elí, lama sabaktaní. 
(Es decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). 

Al oírlo algunos de los que estaban por allí dijeron: 
– A Elías llama éste. 
Uno de ellos fue corriendo; enseguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían: 
– Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. 
Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: 
– Realmente éste era Hijo de Dios. 

Palabra del Señor.  

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
EL CAMINO PARA SALVAR AL SER HUMANO

      Para un cristiano, la cruz de Cristo no es un acontecimiento más que se pierde en el pasado. Es el acontecimiento decisivo en el que Dios salva a la humanidad. Por eso, la vida de Jesús entregada hasta la muerte nos revela el camino para liberar y salvar al ser humano. La cruz nos revela además que el amor redime de la crueldad. 

     Muchos dirán que lo importante en una sociedad es la defensa de la democracia y de sus valores, y que el amor no es importante.

El amor es importante y necesario para llegar a ser sencillamente humanos. Se olvida que la misma Ilustración basó la democracia sobre “la libertad, la igualdad y la fraternidad”. Hoy se insiste mucho en la libertad, apenas se habla de igualdad y no se dice nada de la fraternidad. Una democracia sin amor fraterno no llevará a una sociedad más humana.

      La cruz revela también que la verdad redime de la mentira. Se piensa que, para combatir el mal, lo único importante es la eficacia de las estrategias, sin embargo, si no hay voluntad de verdad, si se difunde la mentira o se encubre la realidad, se está obstaculizando el camino hacia la reconciliación. 

      Nuestra sociedad sigue necesitando urgentemente amor y verdad. Indudablemente hemos de concretar sus exigencias entre nosotros. Pero concretar

el amor y la verdad no significa desvirtuarlos o manipularlos, menos aún eliminarlos. Quienes siguen luchando hasta el final por poner amor y verdad en nuestra sociedad generan esperanza, que es lo que en este momento necesitamos