Dinámica de grupo de Cuaresma – Renace la vida

Dinámica de grupo de Cuaresma – Renace la vida

Cuaresma

Líneas orientativas

Continuamos con la imagen que nos acompaña durante este curso: el árbol entrañable donde se refleja nuestra comunidad y nuestra fe. En el paso del invierno a la primavera contemplamos en la naturaleza un “milagro” de muerte y resurrección, un renacer a la vida que llena todo de color y luz.

Proponemos para esta cuaresma hacer un  proceso personal similar al de la naturaleza. Comenzaremos por ver aquello que está muerto en nuestra vida, aquellas ramas que se han de podar, que estorban porque no permiten que la vida se regenere, que de lo viejo surja algo nuevo. Y terminaremos con el asombro de la nueva vida, de los frutos que surgen de nosotros cuando nos dejamos invadir por la Vida que nos viene de Jesús resucitado.

En este proceso hemos de hacer el camino solos y acompañados, es decir, trabajar nuestro árbol personal, nuestra vida que necesita renacer y mostrarse joven y vital. Y por otro lado el camino de la comunidad; tenemos la tarea de descubrir el valor del gran y acogedor árbol de nuestra comunidad, que también necesita renovarse, renacer y ganar en colorido y vitalidad. Para ello es fundamental nuestra aportación, nuestras ganas de podar lo caduco en  favor de nuevas ramas y nuevos brotes que sean muestra de la Vida que recibimos de Dios y no podemos dejar que la dura corteza esconda a los ojos de este mundo.

Como idea gráfica para acompañar la liturgia de este tiempo proponemos un árbol que aparezca al principio sólo con el tronco aparentemente seco y que de él vayan brotando hojas durante toda la cuaresma. A la vez que vayan apareciendo las palabras de cada domingo. Esas palabras —podar, brotar, cuidar, confiar y dar fruto— son las claves, las actitudes y tareas fundamentales para que nuestra cuaresma sea un camino de vida, un proceso para que la Vida de Jesús resucitado renazca en nosotros.

¡Así que a renacer!

Domingo I: Podar

“Homo homini lupus”. ¿Os acordáis del refrán?: el hombre es un lobo para el hombre. ¿Será posible que nuestro mayor enemigo seamos nosotros mismos? ¿que el miedo invada nuestras relaciones? ¿que la agresividad llene nuestros discursos y auto justificaciones?… ¿Será posible?

Hoy, cuando estamos comenzando nuestro camino cuaresmal se nos invita a ir al desierto, a introducirnos en el desierto de las luces y las sombras de nuestro caminar, de nuestro peregrinar al lado de Jesús, “está cerca el Reino de Dios.

Convertíos”. Ha comenzado el tiempo del gran combate y de la gran alianza… en el desierto, porque ahí nos jugamos el futuro. En soledad y desasidos de toda apoyatura. Libres de mezclas extrañas, para poder levantar los ojos y descubrir la presencia de Dios.

Aprovechemos esta oferta de gracia y este tiempo privilegiado para que con nuestra PODA pueda crear la primavera del espíritu pascual, el deseo de Dios. Y que el hombre sea hermano del hombre.

Convirtámonos, cambiemos porque un Dios cercano quiere caminar a nuestro lado, y está ahí, dispuesto a morir por nosotros.

¡Ojalá sepamos mantener la mirada en Él y no retirarla! Y, cuando nos duela tanto amor, entonces estaremos cerca, muy cerca…

¡Ánimo!

¿qué tengo que podar?

¿qué caminos he de emprender?

¿a qué quiero entregarme y a qué tengo que renunciar?

Domingo II: Brotar

¡Qué bien se está aquí!

Seguro que más de una vez en nuestra vida hemos dicho esta frase. Quizá contemplando una puesta de sol, empapados de la serenidad del ambiente y de la inmensidad del horizonte. Quizá oyendo una melodía, o conversando con las personas con las que especialmente sintonizamos. O en una vigilia de oración… y queríamos que ese momento se prolongase indefinidamente porque una ola de bienestar nos invade…

… En medio  de este mundo competitivo y exigente, en una sociedad donde prevalece la desconfianza, la zancadilla y el “pelotazo”, aquí y ahora, es bueno buscar la sencillez y la dulzura de las cosas bellas. El milagro del encuentro. Arrimarse a Aquel que nos llena con su luz y que nos valora por lo que somos, y no estar apegados a la débil luz de las candilejas mortecinas que suelen alumbrarnos normalmente.

¡Ánimo! ¡Inténtalo!  En tu vida algo estará BROTANDO.

Busca en ti la vida, aquello que está brotando

¿Qué es lo que te hace sentir vivo?

Domingo III: Cuidar

Medita serenamente los últimos versículos del Evangelio: “Jesús sabe lo que hay dentro de cada hombre”. Déjate mirar y juzgar, porque Él es la luz que ilumina las tinieblas de nuestro corazón y cuando nos arranca nuestras máscaras —aunque sea con un látigo— nos está liberando de nuestras falsas seguridades —aunque sean religiosas—.

Este gesto simbólico y profético de Jesús, nos está recordando que tenemos que pasar de una “religión superficial e interesada”, a una “vivencia sincera de la fe pascual”.

La actuación de Jesús en el templo de Jesuralén no es una acción de violencia gratuita y destructora, sino el gesto de un profeta que reacciona con indignación contra lo que pervierte el culto a Dios y destruye la convivencia fraterna.

Vivimos en una sociedad un poco “encrespada”, y lo que necesitamos no son sembradores de violencias, sino hombres y mujeres que sepan reaccionar con indignación frente a todo lo que degrada al ser humano.

¡Ánimo y adelante! Bien merece la pena reflexionar y CUIDAR estas cosas que vamos descubriendo.

¿cuáles son tus protestas y denuncias?

¿en dónde inviertes más esfuerzos?

Medita: “La paz no se conquista en una manifestación… sino cada día”

Domingo IV: Confiar

Si la Palabra va iluminando tu vida, notarás que te abre a horizontes insospechados. Se trata de CONFIAR. Sí, sí de confiar en el amor fiel de Dios. Este amor que hoy se nos manifiesta como Luz. Que nos desenmascara.

Tengo que pedir más luz para que el Señor me haga ver su Gracia y mi fragilidad.

Tengo que atreverme a entrar en el corazón de Dios. Ese corazón que tanto amó  “al mundo que entregó a su Hijo único”. Necesito entrar y aprender también yo a amar, aquí y ahora, de la misma manera.

Tengo que buscar sinceramente la luz de Dios, porque a quien la busca, Él le sale al encuentro.

Y otra cosa, antes de terminar: el cuarto domingo de Cuaresma se llama “Laetare”, es decir, de la alegría. Ya hemos pasado la mitad de este tiempo litúrgico y la Iglesia nos pide que incrementemos el gozo y la esperanza.

¡Adelante, el Señor camina con nosotros!

¿Eres consciente de la confianza que Dios ha puesto en ti?

¿Cuáles son las sombras de tu vida?

¿Sabes cuál es la mejor luz…? la del amor

Domingo V: Dar fruto

Nuestra Cuaresma entra en su recta final y ya se apunta una primera aproximación a la Pasión.

¡Cuanta injusticia y cuanto sufrimiento! ¡Cuánto dolor y cuantos padecimientos!

Jesús nos enseña a aceptar y profundizar, y nosotros nos empeñamos en huir de todo lo que nos suena a sacrificio y obediencia.

Tenemos que aprender que “llevar la cruz” no significa añadir a la vida nuevos sufrimientos y cargas. Quien quiere seguir a Cristo de verdad no se pone a buscar sufrimientos, sino que se dispone a desvivirse por los demás. La cruz le llega no como rescate de su libertad, sino como fruto de una manera de vivir y como consecuencia de esa experiencia positiva de servicio y entrega.

Ya estamos cerca de la Semana Santa… contempla a Jesús. No te quedes en meros sentimientos piadosos. Procura llevar la contemplación a tu realidad personal, familiar, social. Pero no alejes tu mirada de Jesús. Repósala en Él una y otra vez y verás que del corazón nace, sin darte cuenta, una oración:

“¡Dios mío, despierta mi conciencia adormecida, sedada de ansias y nunca satisfecha!”

“¡Dios mío, dame tu Espíritu! ¡Quiero DAR FRUTO!”

¿A qué has de morir y renunciar?

¿cuál es tu semilla? aquella que está preñada de vida.

¿cómo vives tu ser cristiano?¿cómo sacrificio o entrega?