Curas 2.0

Curas 2.0
Facebook, Messenger, blogs… El clero aprovecha las ventajas de internet para mantener viva la fe de los fieles
MARIBEL MARTÍNEZ | Sucedió en 2010

El padre Rafael Hernández tiene cerca de mil amigos en Facebook. Uno de ellos, un joven tunecino musulmán de 19 años. «Contactó conmigo. Quería resolver unas dudas teológicas. Me pareció asustado y logré que me confesara que quería ser cristiano, pero no sabía qué hacer. Hablé con los Padres Blancos, misioneros que predican en tierras musulmanas, y me facilitaron tres direcciones de muchachos que le podrían ayudar. ¡No te puedes imaginar lo agradecido que estaba!». Este sacerdote, capellán universitario y profesor de la Escuela de Asistentes de Dirección de la Universidad de Navarra en San Sebastián, tiene cinco blogs a través de los que mantiene un trato directo con sus fieles. Cuando está de viaje, utiliza un portátil para acceder a los textos litúrgicos, lo que le permite no depender de los libros para rezar. El padre Rafael es un ‘ePriest’ o un ‘cura 2.0’.
«Ya no es posible pensar en iniciativas eclesiásticas sin contar con las nuevas tecnologías», afirma Daniel Arasa, profesor de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma, encargado de redactar un informe sobre el uso que los sacerdotes hacen de internet. El estudio se ha centrado sólo en los sacerdotes que ya navegan por la Red y han participado 5.000 de ellos, 427 en España. Los resultados son concluyentes. Un 95% la utiliza a diario, un 85% cree que es útil para difundir la fe cristiana y tres cuartas partes buscan material para sus homilías.
Hace años que el Vaticano promueve el uso de las nuevas tecnologías. Juan Pablo II vio nacer la web de la Santa Sede, y la consideró una «excelente herramienta para la evangelización». Benedicto XVI ha seguido la senda de su predecesor y en las últimas Jornadas Mundiales de la Comunicación, celebradas en mayo, animó a los sacerdotes a que utilizaran internet porque, advirtió, en el futuro su actividad pastoral transcurrirá en el mundo digital. Y no sólo en el futuro, ya está ocurriendo.
Los textos sagrados, en un clic
El padre Rafael tiene 59 años y es de los avanzados. Empezó a usar internet en 1996, cuando dejó Bilbao para trabajar como docente en San Sebastián. Al principio sólo usaba el correo electrónico, y fue pionero en el uso, pocos años después, de lentos modems de 56k.
Así llegó también hasta internet el padre Francisco Aranda, de 60 años, profesor de Historia Antigua de la Universidad de Málaga. «Empecé a utilizar la Red para preparar mis clases. Enseguida vi que podía sacarle mucho partido para mis tareas sacerdotales. Podía consultar citas y fechas concretas rápidamente y acceder a las webs para preparar mis homilías, como las de la Conferencia Episcopal y el Vaticano». Y, aunque al principio los sacerdotes parecían reacios a la revolución digital, ahora dispone de una lista de distribución con más de 1.200 direcciones a las que envía semanalmente textos que le resultan interesantes.
Todos los escritos sagrados están disponibles en la web del Vaticano. Todos. «Incluso los archivos secretos», apunta el capellán vasco. «Y son de acceso libre, sin que la SGAE pueda reclamar derechos de autor», bromea. Los discursos del Papa se cuelgan a los pocos minutos de haberlos pronunciado. Los breviarios y libros de salmos que se utilizan para rezar a diario están colgados por fechas. «Alguna vez que he estado cansado me he bajado fragmentos de la Biblia en MP3 para escuchar antes de dormir», admite el padre Rafael. «Están también los libros sacramentales, lo que permite administrar los sacramentos en cualquier momento», destaca el padre José Alberto Montes, vicario parroquial en Nuestra Señora de Fátima, en Vigo, donde se ordenó sacerdote hace tres años, con 29. «Una vez fui a bendecir un coche y utilicé mi PDA para leer el texto en vez de llevar el libro. Los asistentes se quedaron perplejos. Me preguntaron si la bendición tenía la misma validez». Para él la tiene. No hay más que hablar.
«Pero los libros tienen una connotación sagrada de la que estos aparatos carecen. Su uso puede alejar la intimidad que estos actos requieren», opina el padre Antonio Herrera. Tiene 81 años, y durante 41 ha sido el párroco de Higuera la Real, en Badajoz. Ahora vive retirado en una residencia y lamenta no haber llegado a tiempo para aprender a usar internet. «Apenas sé como funciona, pero por lo que me cuentan parece muy útil para la labor sacerdotal. Una maravilla. ¡Ojalá hubiera existido en mis tiempos!», dice.
Del estudio se desprende que el uso de la tecnología no tiene una relación directa con la edad. Los sacerdotes mayores han empezado a intuir sus posibilidades y los más perspicaces intentan actualizarse para estar al día. Por su juventud, el padre Juan Luis García, párroco de Huéscar, en Granada, aprendió a usarla en el seminario. «Mis maestros han sido curas mayores; se manejaban estupendamente». Se vale de un ejemplo muy directo para reforzar su afirmación. «Tengo un tío de 80 años que es sacerdote y por problemas de salud apenas puede moverse de casa, pero sigue en contacto con sus parroquianos a través de la web. No tiene blog, pero aloja sus artículos en una página». El padre Antonio sabe que la Iglesia necesita andar al mismo ritmo que lo hace la sociedad y hoy debe caminar en la Red si no quiere que su rebaño se desperdigue. «Levanta el ánimo ver cómo los sacerdotes se esfuerzan por ponerse al día, aunque yo no lo haya hecho. Si todavía siguiera en mi parroquia, habría sido otra cosa».
Cursillo prematrimonial
De mera biblioteca abierta 24 horas a punto de encuentro. El clero ha entendido que internet requiere de una actitud activa para explotar al máximo sus recursos, como sucede con los blogs. Son vías de comunicación directa con sus fieles. «La intercomunicación es muy necesaria tanto para la sociedad como la religión», asegura el padre Francisco. «La unidireccionalidad de los sermones ha quedado obsoleta». La cultura audiovisual ha sustituido al mensaje estático de la iglesia.
Según el barómetro del CIS de mayo, la gente va cada vez menos a la iglesia. Si tienen una asignatura alternativa, muchos jóvenes prefieren no estudiar religión en el instituto porque les resulta aburrido, y año tras año baja el número de confirmaciones. Con este panorama, los sacerdotes han encontrado en la Red una manera de acortar distancias entre sociedad y religión. El reto es hacerlo de manera atractiva. Ya no valen los sermones. Hay que utilizar el lenguaje y los medios de hoy. «Hay muchas catequesis en PowerPoint que son una maravilla, ya que resultan más accesibles y dinámicas», asegura el padre Rafael.
Las redes sociales también han ganado fans entre el clero, que ha visto en ellas otra potente herramienta de evangelización. Perfiles de religiosos, páginas de iglesias, organizaciones cristianas… Resulta imprescindible para compartir eventos y actividades parroquiales que antes se daban a conocer en las hojas parroquiales. Y la respuesta de los fieles a las nuevas tecnologías está siendo afirmativa. Más de 800.000 usuarios de la Red son fans de Jesucristo en su versión internacional y de la Biblia, 1.500.000.
Las redes… y también el chat. El padre Juan Luis utiliza el Messenger para charlar con parejas que viven separadas y a las que imparte el cursillo prematrimonial desde casa. «Si la gente se puede sacar una licenciatura a distancia, ¿por qué no un curso de éstos?». El sacerdote les envía un temario por correo electrónico a partir del cual los novios han de responder un cuestionario. Después, si tienen dudas, quedan en el chat para aclararlas. Eso sí, el cura es partidario de que haya un encuentro cara a cara.
Puede que exista la percepción de una Iglesia anclada en el pasado, pero lo cierto es que casi siempre ha procurado estar al día de los avances científicos y técnicos, sobre todo si le podían ayudar en la evangelización. De hecho, fue la primera institución en utilizar la radio de Marconi para su labor pastoral y ha sido muy complicado localizar en las más de veinte parroquias consultadas para este reportaje a un clérigo que no utilizara internet. La Iglesia de hoy ya es la Iglesia 2.0.

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