CONSAGRACIÓN DEL ALTAR, BENDICIÓN DE LA CÁTEDRA EPISCOPAL E INAUGURACIÓN DE LA IGLESIA CO-CATEDRAL DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

Asistentes a la eucaristía en la diócesis de Zárate-Campana
Asistentes a la eucaristía en la diócesis de Zárate-Campana
Una multitud de fieles de la diócesis de Zárate-Campana participó de la ceremonia de consagración del altar, bendición de la sede episcopal e inauguración luego del fin de la restauración de la iglesia co-catedral de la diócesis de Zárate-Campana, en Belén de Escobar. La iglesia fue declarada co-catedral por el Papa Benedicto XVI en el año 2008, y el proceso de restauración, que tuvo tres etapas, comenzó en 2009, habiendo culminado en agosto de este año, razón por la cual el sábado 27 de agosto se tuvo la celebración solemne, presidida por el Nuncio Apostólico de Su Santidad, Mons. Adriano Bernardini, y concelebrada por el Obispo diocesano, Mons. Oscar Sarlinga, y por Mons. Héctor Aguer, quien como metropolita de la Provincia eclesiástica de La Plata -de la cual Zárate-Campana forma parte- se hizo presente en el evento. Concelebraron 50 sacerdotes, asistieron numerosos diáconos, gran parte del Seminario «San Pedro y San Pablo» y sobre todo, como se ha dicho, muy numerosos fieles laicos, con religiosos, religiosas, en especial provenientes del mismo Belén de Escobar, de Ing. Maschwitz, de Campana, de Zárate, de Baradero y de Pilar. Autoridades nacionales, provinciales y municipales se hicieron presentes, tales como el Secretario de culto de la Nación, Emb. Guillermo Olivieri, los intendentes de Escobar, Pilar y Zárate, funcionarios de ministerios y del poder ejecutivo, legislativo y judicial de distintas regiones de la diócesis, y representantes de fundaciones que han colaborado con las obras de restauración, tanto de la provincia de Buenos Aires, como de las fundaciónes Sapientia, Argentino-Polaca y Pérez Companc. El obispo Mons. Sarlinga agradeció mucho la colaboración de todos, y en especial de aquellos que dieron incluso de lo que les hacía falta («como la ofrenda de la viuda, del Evangelio, dijo») y también de quienes siguieron colaborando con las obras sociales del Obispado, de las cuales siempre se quiso que prosiguieran y se acrecentaran y fueran de par con la provisión de templos, casas parroquiales, salones pastorales y sedes de Caritas, así como obras educativas promocionales, en toda la diócesis. El Sr. Nuncio tuvo una brillante homilía centrada en el Evangelio, «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia», y destacó la misión del Papa como sucesor de Pedro, y cómo las puertas del mal no prevalecerían contra la Iglesia, pese a las persecuciones que, de un modo u otro, ha sufrido y sufre a lo largo de la historia humana.

Al término de la oración post-comunión, el Obispo diocesano Mons. Oscar Sarlinga tomó la palabra.
Luego de saludar a las autoridades presentes y a los miembros representantivos de instituciones y colectividades (tales como el Emb. Guillermo Olivieri, Secretario de Culto de la Nación, los Sres. Intendentes de Escobar, Pilar y Zárate, el representante de la Sra. Intendente de Campana, el subsecretario de educación de la Provincia de Buenos Aires, el director general de enseñanza privada, el representante del ministro de Agricultura, Pesca y Ganadería de la nación, el director de Aica, Sr. Miguel Woites y familia, los miembros de la asociación Sapientia, el presidente de la fundación Casa Argentina en Israel-Tierra Santa, miembros de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de los distintos partidos civiles y distritos, miembros de las fuerzas de seguridad, el presidente de la fiesta nacional de la flor, autoridades educativas, de bomberos voluntarios, y de las colectividades italiana, portuguesa, boliviana) y a los muy numerosos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas, el Obispo diocesano Mons. Oscar Sarlinga tuvo estas palabras:

Queridos amigos, hermanos, y hermanas, dirijo un afectuoso saludo a todos ustedes, y en especial al Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Adriano Bernardini (a quien a continuación me referiré) y a nuestro hermano Mons. Héctor Aguer, quien en tanto arzobispo metropolita de esta Provincia eclesiástica de La Plata, de la que forma parte nuestra diócesis de Zárate-Campana, ha querido estar presente en esta celebración, y a quien agradecemos su pastoral gentileza y solicitud.

Todos sabemos que el rango de iglesia cocatedral (o concatedral, como también se dice en nuestra lengua castellana) fue concedido por el Santo Padre Benedicto XVI en el año 2008 (año, por lo demás, en que el templo cumplía 100 años), y que enseguida comenzaron las necesarias obras de restauración, que han finalizado con una entera reestructuración, que ha incluido también toda el área presbiteral. Sabemos también que el título de parte del Vaticano dispone que “(…) el mencionado templo de la Natividad del Señor en Belén de Escobar, sea honrado con el título y excelencia de iglesia concatedral, con todos los derechos, honores, privilegios y asimismo las cargas y obligaciones que son propios de este tipo de iglesias”. Como hemos expresado en la reciente “Carta pastoral”, más que una declaración jurídica (que también lo es), una iglesia con rango de catedral (que comparte con Santa Florentina, en Campana, la catedral primigenia y primera) ha de “hacer brillar la luz de Cristo” principalmente en la liturgia y en la caridad.

Catedral en la fe y en la liturgia

Juntamente con el Obispo y con el Papa, anuncian y profesan la fe en el Hijo de Dios, y sobre esta fe basan ustedes toda su vida personal, familiar y profesional. De este modo, participan en el Reino de Dios. En efecto, Cristo dijo a Pedro: “A ti te daré las llaves del Reino de los cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (mt 16,19)1.

PALABRAS FINALES DE MONS. OSCAR SARLINGA EL DÍA DE LA CONSAGRACIÓN DE LA IGLESIA CO-CATEDRAL DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

Luego de saludar a las autoridades presentes y a los miembros representantivos de instituciones y colectividades (tales como el Emb. Guillermo Olivieri, Secretario de Culto de la Nación, los Sres. Intendentes de Escobar, Pilar y Zárate, el representante de la Sra. Intendente de Campana, el subsecretario de educación de la Provincia de Buenos Aires, el director general de enseñanza privada, el representante del ministro de Agricultura, Pesca y Ganadería de la nación, el director de Aica, Sr. Miguel Woites y familia, los miembros de la asociación Sapientia, el presidente de la fundación Casa Argentina en Israel-Tierra Santa, miembros de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de los distintos partidos civiles y distritos, miembros de las fuerzas de seguridad, el presidente de la fiesta nacional de la flor, autoridades educativas, de bomberos voluntarios, y de las colectividades italiana, portuguesa, boliviana) y a los muy numerosos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas, el Obispo diocesano Mons. Oscar Sarlinga tuvo estas palabras:

Queridos amigos, hermanos, y hermanas, dirijo un afectuoso saludo a todos ustedes, y en especial al Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Adriano Bernardini (a quien a continuación me referiré) y a nuestro hermano Mons. Héctor Aguer, quien en tanto arzobispo metropolita de esta Provincia eclesiástica de La Plata, de la que forma parte nuestra diócesis de Zárate-Campana, ha querido estar presente en esta celebración, y a quien agradecemos su pastoral gentileza y solicitud.

Todos sabemos que el rango de iglesia cocatedral (o concatedral, como también se dice en nuestra lengua castellana) fue concedido por el Santo Padre Benedicto XVI en el año 2008 (año, por lo demás, en que el templo cumplía 100 años), y que enseguida comenzaron las necesarias obras de restauración, que han finalizado con una entera reestructuración, que ha incluido también toda el área presbiteral. Sabemos también que el título de parte del Vaticano dispone que “(…) el mencionado templo de la Natividad del Señor en Belén de Escobar, sea honrado con el título y excelencia de iglesia concatedral, con todos los derechos, honores, privilegios y asimismo las cargas y obligaciones que son propios de este tipo de iglesias”. Como hemos expresado en la reciente “Carta pastoral”, más que una declaración jurídica (que también lo es), una iglesia con rango de catedral (que comparte con Santa Florentina, en Campana, la catedral primigenia y primera) ha de “hacer brillar la luz de Cristo” principalmente en la liturgia y en la caridad.

Catedral en la fe y en la liturgia

Juntamente con el Obispo y con el Papa, anuncian y profesan la fe en el Hijo de Dios, y sobre esta fe basan ustedes toda su vida personal, familiar y profesional. De este modo, participan en el Reino de Dios. En efecto, Cristo dijo a Pedro: “A ti te daré las llaves del Reino de los cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (mt 16,19)1.

Es la ocasión de dar gracias, gracias porque aquí, en esta iglesia concatedral el Corazón de Jesús recibió nuestra consagración como diócesis, gracias por el camino recorrido desde su creación por parte del Papa Pablo VI, hoy, en su trigésimo aniversario. Como toda realidad en su dimensión humana, hay luces y sombras, pero hemos visto la obra poderosa del brazo del Señor, en la fe, la esperanza y la caridad que se han manifestado, en la comunión eclesial orgánica, en el estado permanente de misión, en las misiones de jóvenes, en la Liturgia, la catequesis, la Caritas, la atención a los más necesitados, en la acción de Justicia y Paz, en la educación católica, y en las vocaciones específicas de la vida cristiana, sin dejar de mencionar, con inmensa alegría y cual signo de la bendición de Dios, el aumento y perseverancia de las vocaciones sacerdotales, que ha llevado a la reapertura del Seminario “San Pedro y San Pablo”. De todo ello ha de ser un signo elocuente una iglesia con el rango de “catedral”.

Catedral en la “nueva imaginación de la caridad”, en un nuevo estilo de vida, en una vida renovada con el fermento del cristianismo misionero

La catedral, precisamente por ser sede del obispo, “que preside en la caridad”, y por consiguiente “es el primer servidor”, ha de ser un foco de amor, de caridad ardiente, que se manifieste en vida, y vida en abundancia, pues la comunión eclesial es comunión de vida, de caridad y de verdad2. Esto ha de establecer un nuevo modo de relación entre los seres humanos, que se hermanan, en tanto ello manifiesta la naturaleza sacramental de la Iglesia. Sin esa “perenne novedad” del Espíritu, los seres humanos arriesgamos el convertirnos en “infelices creaturas”, en lugar de “renovadas creaturas” con la gracia del Espíritu, y de tal modo la comunidad eclesial dejaría de brillar como “casa y escuela de comunión”, que es lo que quiso para nosotros el beato Papa Juan Pablo II como herencia del Jubileo del Año 20003. La catedral ha de ser también un centro de misión, para lo cual todos los fieles han de colaborar, como nos refiere el Concilio Vaticano II respecto de los Obispos, pues ellos “(…) deben, pues, con todas sus fuerzas proveer a las misiones no sólo de operarios para la mies, sino también de socorros espirituales y materiales, ya sea directamente por sí, ya sea promoviendo la ardiente cooperación de los fieles”4. Cooperación, por otra parte, que es valorada en tanto hecha “con el corazón” (en sentido bíblico) con todo el corazón; eso es dar “todo”, más que lo que sobra o lo superfluo, y eso es dar “mucho”, más que en un sentido cuántico, en sentido totalizante espiritual, como nos lo enseñó una vez el obispo San Agustín, así lo hemos de interpretar: “Quien da todo, da mucho, aunque sea poco, quien no da todo, da poco, aunque sea mucho”. Es la ocasión, pues, de agradecer, tanto a quien dio mucho, como lo que pudo, y especialísimamente a quien dio con el espíritu “de la ofrenda de la pobre viuda” de la que nos habla el Evangelio.

El Nuncio Apostólico

Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Adriano Bernardini, su presencia como representante del Santo Padre Benedicto XVI nos reafirma en la nota de la apostolicidad de la Iglesia y nos moviliza a querer que el Evangelio se conserve siempre íntegro, con dinamismo misionero. Queremos reafirmar nuestra adhesión al Papa, “cum Petro y sub Pedro” (Cf. Lumen gentium, 23), esto es, con el Sucesor del Apóstol Pedro y bajo su dulce autoridad, que es servicio de comunión para toda la Iglesia.

La reliquia de San Cayetano y la cruz que donamos a esta iglesia concatedral y la insigne cruz de la que hacemos don.

Dotamos también a esta iglesia con una reliquia insigne de San Cayetano, sí, el popular santo tan venerado en nuestro país, como patrono “del pan y del trabajo”. Él era sacerdote, y ya antes, como abogado, actuó en la Roma papal de los tiempos de Julio II. El discernimiento de su vocación más profunda tiene mucho que ver con la Natividad o Navidad. En efecto, ordenado sacerdote el 30 de septiembre , celebró su primera misa en la fiesta de la Epifanía, el 6 de enero de 1517, en el altar del Pesebre, de la Basílica de Santa María la Mayor, donde la Madre de Dios, en la Navidad siguiente, le presentó a su Hijo Divino entre los brazos5. Desde el misterio de la Natividad (que es el título de esta iglesia) San Cayetano recibió la iluminación de su vocación específica, de su misión, que su reliquia sea un haz de luz para nosotros.

El patrono del pan y del trabajo, y de la providencia, nos remite a la oración profunda y a la importancia, desde allí, del trabajar, e incluso del “cinchar”. Este término probablemente no haya sido siquiera escuchado por los más jóvenes. Proviene de “cincha”, o “cincho” (y éste, a la vez, del latín “cingulum”). La cincha es la faja con la que se ata una carga a un animal de tiro, para que a la vez que cargue, avance, cargado, pues ése es el trabajo que se le asigna: “cinchar”. Cinchar lo hemos hecho desde los inicios; cinchar es valioso, cuando la fuerza viene del Espíritu, cuando se da con alegría, con renovado regocijo por hacerlo en y desde la voluntad del Señor. Esto lo redescubriremos cada día en la oración, y, aunque nos acechen las tentaciones del desánimo o del cansancio exhausto, lo redescubriremos en profundizar en cuánta verdad en las palabras de Cristo: “Aprendan de mí” nos dice, Él, el manso y el humilde, pues “mi yugo es suave y mi carga liviana” (Mt 11,30). Asumir su yugo, gastarnos y desgastarnos por su Reino es también un perenne y renovado “sí” al Señor en este hito de la consagración de la cocatedral, aunque nos cueste, aunque tengamos que morir a nosotros mismos. Es cargar la Cruz y seguirlo, hasta su Resurrección.

Hoy también hacemos un don a esta iglesia, esta preciosa cruz, argéntea, del siglo XIX. Coincide, en su época, con los inicios de Escobar como pueblo y luego como ciudad. Ubicada en el altar mayor, nos recordará siempre que somos hijos de la Cruz y la Resurección del Señor, a la vez que, con su particular belleza, nos atraerá a quien es la Belleza en sí, y al Rostro de Cristo, a quien queremos contemplar.

Bendición de la estatua del Beato Juan Pablo II

La carta Apostólica “Novo Millenio ineunte” es el documento conclusivo del Año Jubilar. Interpreta la exigencia de una Iglesia que, tras la experiencia espiritual del ingreso al tercer milenio, se siente llamada a “ir mar adentro” según la orden que Jesús dio a Pedro (cf Lc 5,4) afrontando los desafíos pastorales en este mundo que experimenta un cambio epocal. Fue en ese documento donde el Papa Juan Pablo nos llamó a “la nueva imaginación de la caridad”6. Lo queremos hacer con una puesta en práctica de las enseñanzas del Papa Benedicto XVI en su encíclica social “Caritas in veritate”.

También, desde nuestra identidad católica, y abiertos en el amor y el diálogo con otras confesiones cristianas y con otras religiones, con el sentido de “las semillas del Verbo”, queremos también reafirmar como nueva imaginación de la caridad este llamado. La fundación Casa Argentina en Israel-Tierra Santa, cuyo presidente está hoy presente, colabora con nosotros en dicho diálogo interreligioso e intercultural, y pueden ser de ello testigos cualificados pues sus orígenes se remontan a la puesta en la Basílica de Nazareth, en Tierra Santa, del insigne mural de Raúl Soldi, que representa “el hallazgo de la Virgen de Luján”, represenando así, a la vez, el milagro del Luján (que tanto tiene que ver con estas tierras nuestras) y a la Argentina.

La Santísima Virgen, en el misterio de la Natividad, y en su advocación de Nuestra Señora del Buen Ayre

En esta iglesia co-catedral tenemos la gracia de venerar en su capilla lateral, la imagen de Nuestra Señora del Buen Ayre, Patrona de los navegantes, que hemos extendido a los migrantes e itinerantes, en esta ciudad de Escobar, una de las cuales, por excelencia, es ciudad de inmigración, de colectividades. Centenares y centenares de personas vienen a rezar a su camarín, diariamente; los escobarenses que frecuentan el templo pueden ser testigos de ello. No es para menos: María “es causa de salvación para todo el género humano”7; Ella es también Madre de los migrantes, de los que luchan, de los que trabajan, de los que cinchan, de aquellos para los cuales el yugo de Jesús es llevadero y su carga liviana, de los “anawim”, los pobres de Yahweh, para los cuales toda su riqueza es Dios, aquellos para los cuales “sólo Dios” basta, a los que nada los turba, y que claman en el corazón “Mi Dios y mi todo”.

Gracias por todo. Gracias a todos.

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