Benedicto XVI exonera a los judíos de la muerte de Jesús de Nazaret



2 de marzo, 2011. El viernes 11 de marzo llegará a las librerías de todo el mundo el segundo volumen del libro «Jesús de Nazaret» sobre la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

El Papa teólogo lo firma con su nombre de pila, Joseph Ratzinger. En él afronta directamente el tema que más le ha apasionado a lo largo de su carrera académica: mostrar que el Jesús del que hablan los Evangelios ha existido realmente y era Dios.

A lo largo de nueve capítulos y un epílogo sobre la Ascensión de Jesús a los Cielos, Benedicto XVI se hace preguntas claras y directas que pueden sorprender a muchos católicos.

¿Fue Jesús sólo un revolucionario? ¿Era el Mesías, el Hijo de Dios? ¿Quién lo asesinó? Quienes lo han leído aseguran que sus respuestas no dejarán a nadie indiferente.

Del primer volumen se vendieron casi tres millones de ejemplares y se han realizado 32 ediciones. Esta segunda parte se publicará ahora en siete idiomas.

Además, el Papa concluyó el verano pasado la tercera y última parte de esta obra, en la que reflexionará sobre la infancia de Jesús, que llegará a las librerías el próximo mes de noviembre.

DOMINGO DE RAMOS

El Papa ha comentado algunas escenas del Evangelio de San Mateo: la expulsión de los mercaderes del Templo, las acusaciones injustas en el juicio a Cristo, y la invitación del Salvador a hacernos como niños.

«Allí donde debía darse el encuentro entre Dios y el hombre, Él encuentra comerciantes de ganado y cambistas que ocupaban con sus negocios el lugar de oración. En efecto, el ganado que allí se vendía era destinado a los sacrificios que se inmolarían en el Templo (…). Pero todo eso podía haberse hecho en otro lugar: el espacio donde se realizaba era destinado inicialmente a ser el atrio de los paganos. El Dios de Israel era el único Dios de todos los pueblos. Y aunque los paganos no entraban en la Revelación, podían al menos, en el atrio de la Fe, unirse a la oración al Dios único. El Dios de Israel, el Dios de todos los hombres, estaba siempre a la espera de su oración, de su búsqueda, de sus invocaciones. Y sin embargo, allí se estaba comerciando».

«Todo esto debe hacernos pensar también a nosotros cristianos: ¿Es nuestra fe tan pura y abierta que a raíz de ella los «paganos» -las personas que actualmente buscan y se hacen preguntas- pueden intuir la luz del Dios único?, ¿pueden asociarse en los atrios de la fe a nuestra oración y con sus dudas convertirse a su vez en adoradores? ¿Somos conscientes de que la avidez y la idolatría puede también alcanzar nuestro corazón y nuestra vida? ¿No es posible que estemos dejando entrar de alguna manera a los ídolos en nuestra vida de fe? ¿Estamos dispuestos a dejarnos purificar, una y otra vez, por el Señor, permitiéndole arrancar de nuestra alma, y de la Iglesia, todo lo que es contrario a Él?».

«El Evangelista continúa diciendo que «Se le acercaron los ciegos y cojos que estaban en el Templo y Él les curó». También dice que los niños llenaron en el Templo las aclamaciones que habían oído de boca de los peregrinos en la entrada de la Ciudad: «¡Hosanna al Hijo de David!». Frente al comercio con los animales y el negocio con el dinero, Jesús contrapone su bondad que cura. Esa es la verdadera purificación del Templo. Él no viene como destructor. No viene con la espada del revolucionario. Llega más bien con el don de la curación. Jesús muestra a Dios como el que ama, y su poder es el del amor. Y de esa forma nos sugiere cómo dar culto siempre a Dios: con la curación, con el servicio, con la caridad».
http://www.opusdei.es/art.php?p=27050