6 de Setiembre – Todo es posible – Evangelio tiempo ordinario

Jueves, 6 de setiembre de 2012
Semana 22ª durante el año
1 Corintios 3, 18-23 / Lucas 5, 1-11
Salmo responsorial Sal 23, 1-4b. 5-6
R/. «Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella»

Santoral:
Santa Eva de Dreux, San Magno,
San Beltrán, San Eleuterio,
Beato Contardo Ferrini

Todo es posible

Cuando somos jóvenes todas las cosas
nos parecen posibles; los problemas
del mundo parecen tener solución;
nuestro optimismo y nuestra inmensa
energía de juventud se combinan
para hacernos entusiastas e impacientes.
¿Por qué nadie lo había notado antes?
Es tan simple: si tan sólo las personas
se amaran unas a otras…

A medida que crecemos, aprendemos más
acerca del complicado sistema que es el mundo.
Entendemos que todo se relaciona entre sí
y que ninguna de nuestras sencillas soluciones
de juventud enfoca siquiera los problemas.
De hecho, aprendemos que éstos no son tales,
sino que son la manera en que funciona el sistema.
Si pensamos en cambiar esas características
que consideramos problemáticas, tenemos
que estar preparados para que todo cambie.

Si somos sabios, también sabremos cómo
mantener ese embeleso, cómo encender
nuevamente la creencia de que todo es posible.
No porque creamos en nuestro poder de cambiar
La totalidad del mundo, sino porque esa visión
es hermosa y nos da energía.

Liturgia – Lecturas del día

Jueves, 6 de Setiembre de 2012

Todo es de ustedes,
pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
3, 18-23

Hermanos:
¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios. En efecto, dice la Escritura: «Él sorprende a los sabios en su propia astucia», y además: «El Señor conoce los razonamientos de los sabios y sabe que son vanos».
En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro. Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 23, 1-4b. 5-6

R. Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella.

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque Él la fundó sobre los mares,
Él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos. R.

El recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.

EVANGELIO

Abandonándolo todo, lo siguieron

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
5, 1-11

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y Él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Navega mar adentro, y echen las redes».
Simón le respondió: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si Tú lo dices, echaré las redes». Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador». El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.
Pero Jesús dijo a Simón: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres».
Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor.

Reflexión

1Cor. 3, 18-23. El Padre Dios es el origen de todo y de todos. Nuestra confianza no está puesta en manos de los hombres, aún cuando sean considerados los más sabios conforme a los criterios de este mundo. Por eso nosotros no anunciamos cosas terrenas, sino a Cristo Jesús, que el Padre Dios nos entregó no sólo como Salvador nuestro, sino también como Aquel que nos hace conocer a Dios y el amor que, como Padre nuestro, nos tiene. Así, perteneciendo a Cristo, unidos a Él mediante una Alianza nueva y eterna, junto con Él pertenecemos a Dios Padre, no como simples criaturas suyas, mucho menos como extraños que lo invocan, sino como hijos en el Hijo. Por eso aprendamos a vivir totalmente comprometidos como de hijos de Dios. Unidos a Él demos testimonio de Él en el mundo no sólo como fruto de nuestras investigaciones y estudios eruditos conforme a la ciencia de este mundo, sino conforme a la experiencia que tengamos del amor salvador de Dios, viendo así nuestros estudios sólo como auxiliares y no como fuente de salvación, la cual sólo procede de Dios de un modo gratuito hacia nosotros.

Sal. 24 (23). Cristo Jesús es el «Monte Santo» hacia el que confluyen todas las naciones. Sólo mediante Él podemos entrar en comunión de Vida con Dios y ser de Él. Sin embargo no podemos permanecer en Él mientras el pecado nos aleje de Él. Un corazón purificado, convertido en amor para elevarse a Dios como ofrenda agradable a Él, pero también convertido en amor fraterno para ser un signo del amor salvador de Dios en medio de las demás personas, es lo que Dios espera de su Iglesia. Sin embargo, sabiéndonos pecadores mientras peregrinamos por este mundo, hemos de abrir nuestro corazón a las inspiraciones del Espíritu Santo, que Dios ha derramado en nuestros corazones, para dejarnos transformar por Él en una imagen cada vez más perfecta del Hijo de Dios. Entonces seremos realmente una Iglesia que, mediante una continua conversión, camina hacia su perfección en Cristo mientras peregrina por este mundo.

Lc. 5, 1-11. Jesucristo es la Palabra de Dios que se ha encarnado, se ha hecho hombre, se ha hecho uno de nosotros. Nosotros lo escuchamos para conocer los caminos de Dios y vivir conforme a ellos. Por eso no podemos quedarnos junto a Él escuchándolo, sino que hemos de ser obedientes a su voluntad. Hemos de ir mar adentro, sin miedo a tener que encontrarnos con aquellos que viven lejos de Dios y a los que hemos de hacer llegar también el Mensaje de Salvación, pues la Iglesia no sólo debe ser evangelizada, sino que debe también convertirse en evangelizadora conforme a su propia experiencia personal de vida con el Señor. Sabemos que la fuerza salvadora del anuncio del Evangelio sólo depende de Dios y no de nosotros; que nosotros sólo somos frágiles instrumentos puestos amorosamente en manos de Dios. Cuando realmente logremos ser testigos de la conversión de los que viven lejos de Dios como ovejas sin Pastor, no nos vanagloriemos pensando que lo hicimos nosotros con nuestra ciencia y experiencia; reportémoslo a Dios; arrodillémonos ante Él y reconozcamos su poder salvador, realizado por medio nuestro, a pesar de que somos grandes pecadores; pecadores que, al igual que todos, vivimos en una continua conversión a Dios, que nos ha escogido para instruirnos y enviarnos como portadores de su Evangelio de salvación al mundo entero.
El Señor nos reúne para pronunciar su Palabra Salvadora sobre nosotros, de tal forma que lleguemos a ser en Él, hijos de Dios. Él nos explica las Escriturar y parte para nosotros el Pan. Así no sólo nos anuncia el mensaje de salvación con sus palabras, sino que su Entrega Pascual se convierte también en el lenguaje mediante el cual el Señor nos hace comprender el amor que el Padre Dios nos tiene. Y el Señor nos llama para que entremos en comunión de vida con Él. Su Iglesia recibe así la vocación de convertirse en portadora del Evangelio, no sólo instruyendo a los demás en el Camino de Salvación, sino dando su vida por todos para que todos tengan vida, y Vida eterna. Ante Cristo, con toda humildad, tomemos la firme determinación de pertenecer sólo a Él, para que siendo, en Él, de Dios, podamos continuar su obra salvadora en el mundo.
El Señor ha instituido a su Iglesia para que sea el instrumento mediante el cual la salvación llegue a toda la humanidad, de todos los tiempos y lugares hasta el fin del mundo. Sin embargo no podemos cimentar el anuncio del Evangelio en hechos admirables y milagrosos sino en la adhesión a Cristo Jesús. Quien busca a Cristo sólo para recibir de Él aquello que busca y pretende conforme a sus necesidades temporales, fácilmente puede derrumbarse y alejarse de Él perdiendo su compromiso en el anuncio del Evangelio que nos salva. A veces nos encontraremos con acontecimientos arduos, difíciles en la vida; tal vez el desánimo toque a nuestra puerta cuando, habiéndolo dado todo, la respuesta sea nula o demasiado exigua. Es entonces el momento de reflexionar sobre los criterios que han regido nuestra labor evangelizadora. Es tiempo de saber si hemos estado en oración a los pies de Jesús, si lo hemos escuchado y hemos trabajado obedeciéndolo a Él; o, por el contrario, si hemos seguido nuestros planes, tal vez elaborados de un modo técnicamente perfecto, pero muy al margen de Dios. Sepamos que no somos nosotros los que damos la salvación al mundo. Es Dios; y nosotros sólo somos sus frágiles instrumentos. Haciéndolo todo en su Nombre todo cobrará la eficacia que nos viene de Dios y podremos ser testigos de la obra de salvación que Él realice incluso en aquellas personas en la que parecería imposible que sucediera. Vivamos, pues, en un amor fiel al Señor y a su Palabra.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber ser dóciles a la Palabra de Dios, para que, por nuestro medio, el Señor haga llegar su salvación al mundo entero. Amén.

Homiliacatolica.com