TOMAR EN SERIO A JESÚS – XXIV Domingo del Tiempo ordinario


TOMAR EN SERIO A JESÚS – XXIV Domingo del Tiempo ordinario

VIVIR PERDONANDO

Los discípulos de Jesús le han oído decir cosas increíbles sobre el amor a los enemigos, la oración al Padre por los que nos persiguen, el perdón a quien nos hace daño. Seguramente les parece un mensaje extraordinario pero poco realista y muy problemático.

Pedro se acerca ahora a Jesús con un planteamiento más práctico y concreto que les permita, al menos, resolver los problemas que surgen entre ellos: recelos, envidias, enfrentamientos, conflictos y rencillas y le pregunta a Jesús, el Maestro: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?, ¿hasta siete veces?

Pedro se sigue moviendo en el plano de la casuística judía donde se prescribe el perdón como arreglo amistoso y reglamentado para garantizar el funcionamiento ordenado de la convivencia entre quienes pertenecen al mismo grupo.

Pedro habla de perdonar hasta siete veces cuando en la sociedad judía se tenía como norma perdonar como máximo hasta cuatro veces. Sin embargo, para Jesús en el perdón no hay límites. No tiene sentido llevar cuentas del perdón.

El que se pone a contar cuántas veces está perdonando al hermano se adentra por un camino absurdo que arruina el espíritu que ha de reinar entre sus seguidores.

Frente a una cultura de la venganza sin límites, Jesús canta el perdón sin límites entre sus seguidores. La Iglesia de Jesús necesita urgentemente testigos de Jesús, que anuncien con palabra firme su Evangelio y que contagien con corazón humilde su paz.

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

1ª LECTURA

Lectura del libro del Eclesiástico 27,30–28,9

También el rencor y la ira son detestables; el pecador las guarda en su interior. Del vengativo se vengará el Señor, que de sus pecados llevará cuenta exacta. Perdona a tu prójimo la ofensa, y cuando reces serán perdonados tus pecados.

El que alimenta rencor contra otro, ¿cómo puede pedir curación al Señor? Si un hombre no se compadece de su semejante, ¿cómo se atreve a suplicar por sus culpas? Si es un simple mortal y guarda rencor, ¿quién le va a perdonar sus pecados?

Acuérdate de tu fin y deja de odiar, acuérdate de la corrupción y de la muerte y sé fiel a los mandamientos. Acuérdate de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Acuérdate de la alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas.

Apártate de las disputas y evitarás el pecado; porque el hombre iracundo atiza las disputas. El pecador siembra discordia entre los amigos, y entre los que viven en paz lanza la calumnia. Palabra de Dios.

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

La lectura del Eclesiástico nos insiste que «nadie puede pensar que cumple los mandamientos de Dios si es vengativo para con su hermano».

El rencor humano acaba en venganza y destrucción interior de la persona. En las relaciones personales, debe mediar el perdón y la reconciliación.

Si Dios nos ha perdonado, también nosotros debemos perdonarnos mutuamente olvidando la ley del talión de «ojo por ojo y diente por diente».

R: El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.

• Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R:

• Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R:

• No está siempre acusando, ni guarda rencor perpetuo; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R:

• Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. R:

2ª LECTURA

Lectura de San Pablo a los Romanos 14,7-9

Ninguno de nosotros vive para sí mismo ni muere para sí mismo; si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor.

Así pues, tanto si vivimos como si morimos, somos del Señor. Para eso murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

El apóstol Pablo le pide a la comunidad de Roma que no vivan su vida para sí mismos, sino que su actuar sea para el Señor, que es el Señor de todos, para suavizar posibles asperezas Que no se obre según los gustos propios, sino según la voluntad y el agrado de Dios que está por encima de todos.

EVANGELIO

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 18,21-35

Entonces se acercó Pedro y le preguntó:
-Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano cuando me ofenda? ¿Siete veces?
Jesús le respondió:

-No te digo siete veces, sino setenta veces siete. Porque con el reino de los cielos sucede lo que con aquel rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.

Al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer y a sus hijos, y todo cuanto tenía, para pagar la deuda.

El siervo se echó a sus pies suplicando: «¡Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo!». El señor tuvo compasión de aquel siervo, lo dejó libre y le perdonó la deuda. Nada más salir, aquel siervo encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios; lo agarró y le apretaba el cuello, diciendo: «¡Paga lo que debes!».

El compañero se echó a sus pies, suplicándole: «¡Ten paciencia conmigo y te pagaré!». Pero él no accedió, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara la deuda. Al verlo sus compañeros se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor todo lo ocurrido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: «Siervo malvado, yo te perdoné aquella deuda entera, porque me lo suplicaste.

¿No debías haber tenido compasión de tu compañero, como yo la tuve de ti?». Entonces su señor, muy enfadado, lo entregó para que lo castigaran hasta que pagase toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no os perdonáis de corazón unos a otros.

Palabra de Dios


COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO

En el Evangelio de hoy, el Señor Jesús nos manifiesta el espíritu de perdón que debe reinar entre sus seguidores.

Un perdón que no ha de estar sometido a tarifas ni a medidas, sino que ha de ser amplio, innumerables veces.

Si Dios nos ha perdonado sin poner medidas ni condiciones, sin esperar recompensa alguna, sin pedir razones ni esperar explicaciones, lo mismo debemos hacer nosotros con los demás.


PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

EL PERDÓN CRISTIANO

Es posible que haya quien se llame y considere cristiano compaginando el resentimiento y el rencor con su propia profesión de fe y con la práctica religiosa, incluida la Eucarística.

Que se considere hasta «buen cristiano», aunque sea incapaz de perdonar, que considere que realiza «buenas obras», pero no sea capaz de olvidar una mala pasada del prójimo.

Es posible que haya cristianos que participan de la Eucaristía dominical en la que celebramos que Jesús nos amó hasta el extremo, pero que hace tiempo que no se habla con su hermano, ni se saluda con los de su comunidad.

Tenemos que darnos cuenta que no podemos rezar: «Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden», sin advertir el peligro que encierra esa petición a través de la cual autorizamos a Dios a que nos trate como tratamos nosotros a los demás.

Deberíamos convencernos que el perdón no es una operación extraordinaria, que uno que perdona no es un héroe, es simplemente un cristiano, alguien que intenta seguir en su vida las enseñanzas de Jesús.

TOMAR EN SERIO A JESÚS – XXIV Domingo del Tiempo ordinario

DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO/CICLO B

TOMAR EN SERIO A JESÚS

Jesús hace a sus discípulos una pregunta decisiva: «¿Quién decís que soy yo?». En nombre de todos, Pedro le contesta sin dudar: «Tú eres el Mesías». Jesús es el Mesías enviado por Dios y sus discípulos lo siguen para colaborar con él, sin embargo, Jesús sabe que todavía les falta aprender algo muy importante como es seguirlo de cerca compartiendo su proyecto y su destino, por eso, como dice el evangelista, «empezó a instruirlos». No se trata de darles una enseñanza más. Desde el principio Jesús les habla «con toda claridad» sin ocultarle nada. Tienen que saber que el sufrimiento lo acompañará siempre en su tarea de abrir caminos al reino de Dios y que al final, será condenado por los dirigentes religiosos y morirá ejecutado violentamente.

Pedro se rebela ante lo que está oyendo y no lo acepta, incluso se permite increpar a Jesús, porque lo que está diciendo cree que es absurdo.

Jesús reacciona con una dureza desconocida. De pronto ve en Pedro los rasgos de Satanás, el tentador del desierto que busca apartar a las personas de la voluntad de Dios y le dice: ¡Quítate de mi vista, Satanás!, vuelve a ocupar tu puesto de discípulo, deja de tentarme, «tú piensas como los hombres, no como Dios». Luego llama a la gente y a sus discípulos para que escuchen bien sus palabras: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga».

Seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno, pero hemos de tomar en serio a Jesús. No bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y dichoso, hemos de estar dispuestos a dos cosas: primero, renunciar a proyectos o planes que se oponen al reino de Dios y segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa.

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

 

1ª LECTURA

Lectura del libro de Isaías 50,5-9ª

El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos.
¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque.
Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

El canto que leemos en esta la lectura de Isaías nos ofrece la figura profética del Mesías que es fiel a su misión, a pesar de los sufrimientos por los que tiene que pasar, porque su confianza está en el Señor.

El «Siervo de Dios» no se rebela ante la misión a la que ha sido llamado, ni tampoco se resiste a las injurias que le infligen sus contemporáneos, no ofrece resistencia a los sufrimientos y agresiones que acarrea su misión y manifiesta una confianza absoluta en la protección y auxilio de Dios.

SALMO

Sal 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9
R. Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.

  • Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante;
    porque inclina su oído hacia mí, el día que lo invoco. R:
  • Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del Abismo,
    caí en tristeza y angustia.
    Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi vida». R:
  • El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo;
    el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas me salvó. R:
  • Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas,
    mis pies de la caída.
    Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida. R:

2ª LECTURA

Lectura de la carta del apóstol Santiago 2,14-18

Hermanos míos: ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar?

Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare: abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve?

Esto pasa con la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro. Alguno dirá: – Tú tienes fe y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

El apóstol Santiago sigue removiendo las conciencias. Recalca que la fe no consiste solamente en aceptar un «credo», sino en traducirlo en obras.

Es necesario ser consecuentes y coherentes con la fe profesada, sólo la Palabra que lleva a la acción es real; sólo la fe que se despliega en obras es sincera. La fe debe manifestarse en obras y sin obras es una fe muerta e inoperante.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos 8,27-35

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que soy yo?

Ellos le contestaron:
– Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.

Él les preguntó:
– Y vosotros, ¿quién decís que soy?

Pedro le contestó:
– Tú eres el Mesías.

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.

Y empezó a instruirlos:
– El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro:

– ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!

Después llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo:
– El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio la salvará.

Palabra de Dios 

COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO

 

   Jesús hace una especie de «evaluación» a la actitud de sus discípulos y lo hace a base de dos preguntas solamente: ¿qué dice la gente sobre mí? y vosotros ¿qué decís?; ¿qué soy yo en vuestra vida? Jesús quiere que les quede claro a los que le quieran seguir que les espera un camino de sufrimiento y que han de estar dispuestos a tomar la cruz de cada día.

 

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

Y VOSOTROS, ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?

Nos viene bien tomar como punto de partida en la reflexión del Evangelio de hoy las preguntas que plantea Jesús a sus discípulos. En primer lugar porque nos permite constatar, también hoy, que son muchas las opiniones que hay sobre Jesús y que ponen de manifiesto el gran desconocimiento que hay sobre Él y en segundo lugar porque también nos permite constatar que, cuando nosotros hemos de hablar de Jesús o responder a quien nos pregunta sobre Él sabemos muy pocas cosas de Él. ¿Por qué tenemos tan poco que decir?

Me parece que hay algunas razones que lo pueden explicar:

Porque es muy débil nuestra formación y es muy poco lo que sabemos de Él. Porque es muy poco el interés que ponemos en conocer su mensaje y en profundizar y ampliar nuestra formación y nuestros conocimientos.

Porque no amamos a Dios sobre todas las cosas. A pesar de ser el primer mandamiento, hay otras muchas cosas que ocupan el lugar de Dios en nuestra vida. La teoría es una cosa, pero en la práctica, ¿estamos dispuestos a perder o a renunciar a algo por el Señor? ¡Hay tantas cosas a las que estamos apegados que nos distancian del Señor! Y si no le amamos de todo corazón, no tendremos interés en saber cosas de Él ni hablaremos de Él apasionadamente.

Ser cristianos debería hacernos diferentes a los que no lo son, sin embargo, ¿nos distinguimos en algo? ¿Nos esforzamos, al menos, para intentar mejorar, cambiar…?

Constatamos con mucha frecuencia que siempre estamos igual, que no cambiamos, que a la hora de la verdad el Señor nos sirve para muy poco y tiene un papel poco determinante en nuestra vida. Y si eso es así, ¿cómo vamos a ofrecer con ilusión a los demás algo que no vale la pena ni es realmente importante para nosotros?