14 de Noviembre – La sinceridad… – Evangelio tiempo ordinario

La sinceridad…

La sinceridad no es algo que debemos esperar
de los demás, es un valor que debemos vivir
para tener amigos, para ser dignos de confianza.

Para ser sinceros debemos procurar decir
siempre la verdad, esto parece muy sencillo,
pero muchas veces cuesta más de lo que se cree.

Se utilizan las ‘’mentiras piadosas’’ para ocultar
cualquier cosa que para nosotros es una tontería,
pero que en realidad a la persona que mientes

haces daño, y esta pequeña mentira que,
en un principio no es nada, se va haciendo
más y más grande hasta que la verdad
se acaba sabiendo y sorprendiendo
a quien mientes.

La sinceridad no sólo se ve en las palabras,
sino que también se demuestra por medio
de nuestras actitudes. Cuando se aparenta

lo que no somos –en la edad, trabajo, amistad–
se tiende a aparentar lo que no se es
–más joven, inteligente, educados–.

Si se descubre la gran mentira que nos han
hecho creer se nos viene a la memoria el refrán:
‘’Dime de que presumes… y te diré de que careces’’

y entonces se produce una gran desilusión,
ya que se pierden las esperanzas
de lo que la persona no es en realidad.

También indicar que ‘’decir’’ siempre la verdad
con palabras es una parte de la sinceridad,
pero también hay que ‘’actuar’’ acorde con la verdad.

Para ser sincero se necesita tener mucho ‘’tacto’’
y esto significa que cuando debemos decirle
a una persona la verdad de lo que pensamos

y esta verdad la incomoda debemos utilizar
las palabras, las expresiones correctas ya que
el primer propósito es ‘’ayudar’’ a esa persona,

y esto es necesario para que la persona escuché
y vea que lo que se la dice va con buenas intenciones
y sin ánimo de ofenderla.

La sinceridad también requiere valor ya que a la hora
de decir la verdad, a un amigo o a una amiga por ejemplo,
el no decirla no se puede justificar con no decirlo

para no perder una buena amistad, o por el concepto
que se tiene de la persona.

La persona sincera siempre dice la verdad,
en todo momento, aunque le cueste, sin temor
al qué dirán. Ya que vernos sorprendidos mientras
mentimos es más vergonzoso aún.

Al ser sinceros aseguramos nuestras amistades,
somos más honestos con los demás y a la vez
con nosotros mismos, convirtiéndonos en personas
dignas de confianza por la autenticidad que hay
en nuestra forma de comportarnos y nuestras palabras.

A medida que nos vamos haciendo más mayores,
la sinceridad debe ir en aumento y debe convertirse
en un elemento básico para vivir nuestra vida
con auténtica plenitud y sinceridad.

14 de Noviembre – La sinceridad… – Evangelio tiempo ordinario

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ORACIÓN del Ángelus por el Papa Francisco